Rexroth: El perpetuo disidente
La luz de la luna inunda los laureles
Como música. El aire iluminado por la luna
Está en calma. Tu blanca cara se acerca
A la mía. la pena voluptuosa nos abraza como
Una telaraña, una canción, un perfume,
Luz de luna. Tu pelo cae y nos envuelve la
Cara. Tus labios culebrean entre
Los míos. Tu lengua penetra en mi boca.
Un murciélago vuela a la luz de
La luna. La luz de la luna te inunda los
Ojos, que no tienen iris ni pupilas,
Son solo globos de fuego frío como los
De los ciervos que pasan junto
A nosotros por el bosque desierto. Tu
esbelto cuerpo se estremece y huele
A algas marinas. Yacemos y escuchamos
Nuestra respiración a la luz de
La luna. ¿Oyes? Respiramos. Estamos vivos.
Como música. El aire iluminado por la luna
Está en calma. Tu blanca cara se acerca
A la mía. la pena voluptuosa nos abraza como
Una telaraña, una canción, un perfume,
Luz de luna. Tu pelo cae y nos envuelve la
Cara. Tus labios culebrean entre
Los míos. Tu lengua penetra en mi boca.
Un murciélago vuela a la luz de
La luna. La luz de la luna te inunda los
Ojos, que no tienen iris ni pupilas,
Son solo globos de fuego frío como los
De los ciervos que pasan junto
A nosotros por el bosque desierto. Tu
esbelto cuerpo se estremece y huele
A algas marinas. Yacemos y escuchamos
Nuestra respiración a la luz de
La luna. ¿Oyes? Respiramos. Estamos vivos.
Hasta hace un decenio, en América latina y Europa era desconocido Kenneth Rexroth. De la generación de los años treinta y cuarenta, el público conocía como grandes poetas estadounidenses a Pound y Cummings. El empeño de pequeñas editoriales ha rescatado parte de la magnífica y extensa obra poética de Rexroth, algunos de sus ensayos literarios y su elegiaca autobiografía novelada. Rexroth fue el impulsor del renacimiento artístico de la ciudad de San Francisco a principios de los 50. Años antes había establecido en aquella ciudad un círculo anarquista, formado por jóvenes poetas, artistas californianos, militantes italianos, y judíos coetáneos de las luchas en los tiempos de Emma Goldman y el sindicalista Carlo Tresca.
Kenneth Rexroth nació en Indiana en 1905 y falleció en Montecito,California, en 1982. Atravesó, pues, como poeta y pensador casi todo el siglo veinte norteamericano. En sus primeras décadas, un aura de renovación humana y artística corría por buena parte del mundo industrial. Una disidencia ecléctica pero vigorosa de bohemios, sindicalistas revolucionarios, conspiradores, artistas, religiosos, incluso cortesanos de la burocracia, despertó la posibilidad histórica de un nuevo 1848. A mediados de los años veinte, los estadistas de medio mundo, la gran burguesía y los financieros, no dudaban del advenimiento de esa nueva y heterodoxa era. A finales de los años 30, tras la guerra civil española y la revolución rusa cooptada por una atroz maquinaria de control y exterminio, toda esperanza quedó reducida a cenizas. En medio, dos guerras mundiales dejaron decenas de millones de muertos.
Rexroth escribió al respecto: «La civilización occidental dejó de existir después de la Segunda Guerra Mundial. Vivimos en un cadáver que se agita como una rana muerta en un cable con corriente. Los síntomas de un colapso total han entrado en su interior y han determinado el contenido y el rumbo de la poesía y la canción. Es un error hablar de canción protesta o de poesía protesta. La protesta implica una posibilidad de rectificación, se produce dentro de una cultura. Con la larga lista de terrores que hemos ido acumulando, la protesta se ha convertido en alienación y la alienación en una separación total. La guerra es permanente. Sólo cambian los campos de batalla y las bajas. […]»
Moralmente podría ser considerado como pacifista, al igual que otros poetas de su época, y políticamente como anarquista. Su carácter tan genuino y libre lo convirtió en una voz sin igual. En una nota a su poema The phoenix and the tortoise, añade: «Si mis poemas cortos pudieran muy bien estar dedicados a D.H.Lawrence, The Phoenix and the tortoise debiera serlo a Albert Scheitzer, el hombre que en nuestro tiempo han llevado a cabo el sueño de Leonardo Da Vinci. Leonardo murió impotente y derrotado, con todos sus proyectos medio realizados. Demostró que la voluntad humana es una puerta demasiado pequeña para que la persona pueda forzarla a través de la universalidad. Scheitzer es un ejemplo sobresaliente de un hombre que encontró esa puerta recta y más pequeña que el ojo de una aguja, pero a través de la cual la universalidad del alma humana y la creación de la persona verdadera caminan libremente». Kenneth Rexroth también abriría esa puerta, llevándole a una constante búsqueda en la filosofía, la religión comparada, y la historia de las ideas. Al igual que Pound, fue un neoclásico oculto en la vanguardia. Su poesía toma un sin fín de préstamos, añade capas, yuxtapone, participando en un todo lírico. Rexroth es el contemporáneo de Sófocles y Safo, y de Tu Fu o Catulo y Li Po enfrénadose a su audiencia con un aullido junto a su tradicional celebratoria del erotismo, la protesta y la devoción por el conocimiento.
El profesor y escritor George Woodwock evoca a Rexroth en su piso en North Bay, al norte de San Francisco, como un excéntrico más parecido «al decrépito león de la Metro Goldwyn Meyer; la extraordinaria forma en que sus ojos se volvían hacia arriba mientras hablaba hasta que las pupilas se perdían debajo de los párpados superiores; su excelente cocina y la elaborada ceremonia con la que, tosiendo y resoplando, preparaba el nargileh que le gustaba fumar cuando quería que la conversación fuera seria. Solo bebió el mejor whisky escocés, que según él era bueno para las úlceras que padecía; Más tarde descubrí por experiencia que tenía razón». Podía describir a un poeta homosexual con circunloquios del estilo: “Ya ves, querida, no lo hace con mujeres”. Tendía a ser irritante hacia los ausentes, y cuando recitaba sus quejas contra ellos, su voz tomaba el duro tono del Medio Oeste de su juventud en Chicago, como cuando evocando un fragmento de su propia autobiografía, podía llegar a decir: «Cuando era un niño en Chicago, George, vendía perros pequeños con fines sexuales».
Kenneth Rexroth tenía una idea lúcida de su tiempo como un período histórico en la literatura y del importante papel que él desempeñaba.l. «Tenía los instintos de un gran empresario, una especie de Diaghilev, y, más que ningún otro individuo, fue responsable del renacimiento literario de San Francisco de los años cuarenta y cincuenta, aunque los hombres menores como Lawrence Ferlinghetti y Gregory Corso cosecharon la mayor parte del éxito gracias a sus esfuerzos. De hecho, una de las inconsistencias más admirables de Rexroth fue que, aunque a veces podía parecer excesivamente paranoico sobre lo que percibía como conspiraciones en su contra, nunca estuvo celoso de otro escritor».
Rexroth se hizo conocido en los años cincuenta porque presentó el recital en el que Allen Ginsberg leyó el poema «Aullido» que marcaría un hito poético en la contracultura norteamericana. No dejó de ser una paradoja que Rexroth apadrinara a Ginsberg y otros jóvenes poetas – los enmarcados en la llamada generación beat -, cuya obra era claramente inferior a la suya.
Si hubo un personaje renacentista en el mayor y concreto sentido del término, ese fue sin duda Rexroth. Autodidacta asombroso, aprendió griego, latín, francés, chino y japonés, en su juventud. Del chino y del japonés haría traducciones poéticas reconocidas y admiradas. Su erudición abarcaba casi todos los campos del conocimiento humano, ciencia, filología, historia, metafísica y literatura. Su enciclopédica sabiduria literaria le llevó a concebir una visión budista según la cual todas las culturas del mundo están interrelacionadas y, por lo tanto, son mutuamente comprensibles, mientras que sus diferencias lingüísticas forman una barrera mucho menos formidable de lo que generalmente se cree.
Como se desprende de su autobiografía novelada, la complejidad de su carácter y la basta amplitud de su creación permiten ver a muchos Rexroth: el viajero que recorre América y Japón; el empresario e instigador cultural; el trabajador afiliado al revolucionario sindicato Industrial Workers of the World; el joven anarquista de San Francisco, con sus recuerdos de la bohemia del Chicago de principios de los años veinte; el Rexroth con una dura juventud entre los trabajadores migrantes en el oeste; el poeta y artista múltiple tan alejado de cualquier academia o camarilla intelectual establecida; el hombre que vive con poco dinero pero libre del yugo del mercado y el salario. Como reflejo de una era revolucionaria que respiraba en el Chicago de principios de siglo, en Rexroth se cuestiona el «sudor de la frente» y la abnegación proletaria, y se rechaza el trabajo alienado frente a la creación y el goce de la vida, objeto que ninguna revolución ni reforma desde entonces se ha propuesto conseguir.
Solo años
Vuelvo a la casita de Santa Mónica Canyon
Donde Andrée y yo fuimos pobres
Y felices juntos. A veces teníamos hambre y
Robábamos verduras en los huertos
De los vecinos. Otras veces salíamos
A recoger colillas a la luz de una
Linterna, pero íbamos a nadar todos los
Días del año. Teníamos un perro
Llamado Proclus, un gran mestizo amarillo,
Y un gran gato blanco llamado Cyprian.
Juntos expusimos por primera vez y en París
Empezaron a publicarse mis poemas.
Trabajábamos en el jardín bajo la sombrilla
De la acacia. Ahora salgo del coche
Y me quedo mirando la casa en el crepúsculo.
Las flores de la acacia polvorean
El sendero con bolitas de lana dorada. El olor
Es penetrante y adormecedor
A la caída de la noche. El árbol ha crecido
Y su altura duplica la de la casa.
Dentro hay un hombre y una mujer de edad
Sentados a la luz de la lámpara.
Vuelvo atrás y me marcho en el coche a
Malibu Beach, donde me siento con
Un amigo de la infancia, ya canoso, a ver
Alzarse la luna llena por sobre
Las olas que rizan la bahía en sombras.
Donde Andrée y yo fuimos pobres
Y felices juntos. A veces teníamos hambre y
Robábamos verduras en los huertos
De los vecinos. Otras veces salíamos
A recoger colillas a la luz de una
Linterna, pero íbamos a nadar todos los
Días del año. Teníamos un perro
Llamado Proclus, un gran mestizo amarillo,
Y un gran gato blanco llamado Cyprian.
Juntos expusimos por primera vez y en París
Empezaron a publicarse mis poemas.
Trabajábamos en el jardín bajo la sombrilla
De la acacia. Ahora salgo del coche
Y me quedo mirando la casa en el crepúsculo.
Las flores de la acacia polvorean
El sendero con bolitas de lana dorada. El olor
Es penetrante y adormecedor
A la caída de la noche. El árbol ha crecido
Y su altura duplica la de la casa.
Dentro hay un hombre y una mujer de edad
Sentados a la luz de la lámpara.
Vuelvo atrás y me marcho en el coche a
Malibu Beach, donde me siento con
Un amigo de la infancia, ya canoso, a ver
Alzarse la luna llena por sobre
Las olas que rizan la bahía en sombras.
La falla revolucionaria de principios del siglo XX puso su mirada en la búsqueda de un modo de vida no administrado. El sindicato de los wobblies declara en el preámbulo de su constitución en 1905: «La clase obrera y la clase de los empleadores no tienen nada en común. Entre estas dos clases la lucha continuará hasta que los trabajadores del mundo se organicen como una clase, tomen posesión de los medios de producción, acaben con el sistema salarial y vivan en armonía con la Tierra. (…) En lugar del lema conservador, «Un día de paga por un día de trabajo», escribiremos en nuestra bandera el santo y seña revolucionario «Abolición del sistema salarial». Suprimir el capitalismo es la histórica misión de la clase obrera».
Como poeta, Rexroth bebió de los surrealistas y los objetivistas, de William Carlos Williams, de Yeats, y en su precoz madurez de los escritores chinos, japoneses y griegos antiguos a los que tradujo. Su poesía está impregnada de una cálida y difícil simplicidad. Un tono elegíaco está presente en toda su poesía: un mundo traicionado por la locura humana, lamento por la juventud, añoranza por aquellos que fueron amados y han fallecido. Todo ello en una búsqueda por la belleza natural que se convierte en una expléndida celebración de la existencia.
Pero, a pesar del enorme sentido de la vida, Rexroth evoca un mundo pasado, antes de la Gran Guerra Europa, o el del Medio Oeste de los años veinte, donde todo fue posible, pero cuyo pulso pasó para siempre.
Es terrible ver morir un mundo dos veces,
La primera vez como tragedia,
La segunda vez como farsa malvada.
La primera vez como tragedia,
La segunda vez como farsa malvada.
Esa tragedia se concreta en el shock por la ejecución de los anarquistas Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti en 1927. Rexroth y su entonces esposa Andrée decidieron establecerse en la mediterránea ciudad San Francisco. “En ese momento, durante la tercera semana de nuestra estancia en San Francisco, Sacco y Vanzetti fueron ejecutados. Una gran cuchilla atravesó toda la vida intelectual de América. El mundo en el que Andrée y yo habíamos crecido llegó a su fin”. En los poemas de esa época y de años después se aprecia ese paso de la era de la inocencia revolucionaria.
Hay tan pocos de nosotros ahora, pronto
No quedará ninguno. Éramos camaradas
Juntos, creíamos que
Veríamos con nuestros propios ojos el nuevo
Mundo donde el hombre ya no sería
Un lobo para el hombre, solo hombres y mujeres.
Serían todos hermanos y amantes
Juntos. No lo veremos.
No lo veremos, ninguno de nosotros.
Está más lejos de lo que pensábamos…
No quedará ninguno. Éramos camaradas
Juntos, creíamos que
Veríamos con nuestros propios ojos el nuevo
Mundo donde el hombre ya no sería
Un lobo para el hombre, solo hombres y mujeres.
Serían todos hermanos y amantes
Juntos. No lo veremos.
No lo veremos, ninguno de nosotros.
Está más lejos de lo que pensábamos…
En 1958 el escenario político norteamericano había cambiado. Los suburbios se expandían por doquier. Eisenhower alertaba del creciente peligro del complejo industrial militar y el país caía en la complaciencia del bienestar en medio de una perpetua guerra fría. La poesía se convirtió en la provincia de los nuevos críticos y el estamento literario estaba firmemente atrincherado en los muros de la academia. Había muy pocas mujeres y aún una menor cantidad de poetas publicados. Pero también había una minoritaria pero activa península de cafés que serían la primavera literaria en algunas ciudades donde se leía poesía en público. Así surgió el renacimiento en San Francisco que vería nacer a los poetas Philip Lamantia, Gary Snyder, Denise levertov, Diane DiPrima, el dominico Antonius, LeRoi Jones (Amiri Baraka), Bob Kaufman y otros.
«Hoy está creciendo en todo el mundo un patrón de vida completamente nuevo. Durante años lo he llamado la subcultura de la secesión, una nueva sociedad dentro del caparazón de la antigua. Es un tiempo de cambio total, una transvaluación de valores al menos comparable con los años revolucionarios alrededor de 1848 ...”. Al mismo tiempo Rexroth cuestiona si el desenlace será necesariamente bueno. Si las fuerzas oscuras, también más poderosas que nunca, pueden cooptar esa supuesta liberación, y ser un encubierto esfuerzo de regeneración del estatus y la domincación:
«El hombre ha perdido el control. Lo que se está acelerando no es el colapso de la civilización, sino el colapso de la especie como tal. A menos que los procesos que ahora operan se reviertan, y cuando se reviertan, aún puedan ganar, el hombre es un fracaso. La especie ha fallado … El hombre no solo ha sido desplazado de su nicho ecológico; Ha destruido la ecología de todos. Los cambios que ya han tenido lugar en esta generación son mayores que los postulados para explicar la extinción de los dinosaurios».
En nuestro tiempo, en pleno debate sobre el cambio climático y cuestionada la salud del capitalismo progresista, el fin de las cosas y el mundo es una posibilidad. El progreso se presentó hace dos siglos como la doctrina antiapocalíptica por naturaleza. Producto de su apetito físico y político, la sociedad progresista ha caído en la temible posibilidad del acocalipsis por colapso o extinción. Rexroth y otros tantos anarquistas de su época representaronn la desidencia libertaria a esa idea de progreso. En el seno del radicalismo en Europa y América del siglo XIX y principios del XX, solo unos cuantos anarquistas se negaron a aceptar la ciega fe en el progreso material que salía por las chimeneas de la revolución industrial y se colaba en las conciencas bienpensantes.
Como apunta Woodcock, Rexroth miró a la antigüedad griega o a ciertas edades en China, cuando los hombres vivían vidas más plenas y armoniosas que las nuestras. Nos podemos instruir en esa mirada retrospectiva porque nos vamos a encontrar en los poemas de Li Po o Basho.
Lag-Prop
A altas horas de una noche fría y húmeda,
La atmósfera está cargada con humo de tabaco.
Estoy preocupado y mentalmente exhausto.
Cojo el volumen LAG-PROP de la enciclopedia y
Me parece haberlo leído entero en tantas
Otras noches como esta. Me siento y miro con
La mente en blanco el artículo «pinzón».
Mientras escucho la barahúnda y el ronroneo
persistente de vagones y locomotoras
A lo lejos, recuerdo de pronto un atardecer
A comienzos del verano en que volvía
Por la larga morrena de bañarme en Ten Mile Creek
Con el cabello mojado e impregando de olor
A algas y barro. Recuerdo un sicómoro frente a
Una granja en ruinas y al instante la
Revelación nítida de un canto increíblemente
Puro y gozoso, mi primer pinzón de pecho
Rosado, mirando al sol bajo y con el cuerpo inundado
De luz. Me quedé inmovil, helado, en el
Cálido atardecer, hasta que alzó el vuelo y seguí
Mi camino, consciente, con tan sólo doce
Años de edad, que se había producido uno de
Los grandes acontecimientos de mi vida.
Treinta fábricas arrojan sus desechos a la caleta
En los terrenos de la granja se alza un
Suburbio depauperado. En los secos céspedes hay estorninos,
Foráneos y agresivos, y yo llevo, en el otro
Extremo del continenete, diez años en una ciudad hostil.
La atmósfera está cargada con humo de tabaco.
Estoy preocupado y mentalmente exhausto.
Cojo el volumen LAG-PROP de la enciclopedia y
Me parece haberlo leído entero en tantas
Otras noches como esta. Me siento y miro con
La mente en blanco el artículo «pinzón».
Mientras escucho la barahúnda y el ronroneo
persistente de vagones y locomotoras
A lo lejos, recuerdo de pronto un atardecer
A comienzos del verano en que volvía
Por la larga morrena de bañarme en Ten Mile Creek
Con el cabello mojado e impregando de olor
A algas y barro. Recuerdo un sicómoro frente a
Una granja en ruinas y al instante la
Revelación nítida de un canto increíblemente
Puro y gozoso, mi primer pinzón de pecho
Rosado, mirando al sol bajo y con el cuerpo inundado
De luz. Me quedé inmovil, helado, en el
Cálido atardecer, hasta que alzó el vuelo y seguí
Mi camino, consciente, con tan sólo doce
Años de edad, que se había producido uno de
Los grandes acontecimientos de mi vida.
Treinta fábricas arrojan sus desechos a la caleta
En los terrenos de la granja se alza un
Suburbio depauperado. En los secos céspedes hay estorninos,
Foráneos y agresivos, y yo llevo, en el otro
Extremo del continenete, diez años en una ciudad hostil.
En la sociedad actual la riqueza, cierto lujo y el sucedáneo de ambas se han convertido en los criterios válidos que cimentan el bienestar. Por contra, en Rexroth hay una subversión total: la necesidad de la ayuda mutua, de la camaradería sensual, de la conexión con la naturaleza. La transición para lograr una sociedad libre pasará necesariamente por desafiar los valores obtusos e imperantes del progreso y la autoridad. Este es el papel del artista. “Todas las obras de arte importantes, desde mediados del siglo XVIII, han rechazado la civilización que las produjo”.
Su editor James Laughlin calificó a Rexroth de eterno disidente. «Donde fuera que estuviera, una energía emanaba de él». Alguién lo definió como «eléctrico. La electricidad no solo genera movimiento. También produce calor y luz.
Para saber más de Rexroth:
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[ Oso interesgarria iruditu zitzaidan Kenneth Rexrothen Cita con los clásicos ia irakurrita daukadanez, hona hemen idazleataz zerbait gehiago... Hincapie aldizkari digitaletik hartua ]
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