Ciencia Ficción Sociológica (Utopías & Distopías)

Ciencia Ficción: Principales Sub-Géneros. Ciencia Ficción Sociológica (Utopías & Distopías)



Los conservacionistas eran victimas propiciatorias, esos fanáticos de mirada fiera que pretendían que la civilización moderna estaba en cierta medida expoliando nuestro planeta. Eran una gente absurda. La ciencia siempre va un paso por delante de la falta de recursos naturales. Después de todo, cuando la carne autentica comenzó a escasear nosotros ya teníamos las sojaburguesas preparadas. Cuando comenzó a faltar el petróleo, la técnica descubrió el Cadillac a pedales.

Yo había considerado una vez las ideas de los conservacionistas y todos los argumentos se reducían a una sola cosa: la forma correcta de vivir es la de la Naturaleza. Eso es una tontería. Si la naturaleza pretendiera que comiéramos vegetales frescos, no nos habría dado la niacina o el ácido ascórbico.


Frederick Pohl y C. M. Kornbluth Mercaderes del Espacio (1953).Las utopías (y su reverso tenebroso, las distopías) son tan antiguas como la propia literatura. El interés por describir una sociedad ideal (la utopía) o por describir de forma exagerada los males de nuestra época y su posible evolución (la distopía) aparecen ya en textos mesopotámicos y egipcios de hace 4.000 años. Su encarnación más perfecta en la antigüedad clásica vino de la mano de Platón que en “La República” y “Las Leyes” sentó las bases de este género. Imitado hasta la saciedad por griegos y romanos su canto del cisne antes del oscurantismo medieval fue “La ciudad de Dios” de San Agustín, una obra que tiende un puente entre ambos mundos.
Con la aparición del Renacimiento, y como parte del afán imitativo de todo lo grecorromano, el género renace de sus cenizas y alcanza quizás su máximo esplendor de la mano de autores como Campanella (“La ciudad del Sol”) y especialmente Thomas More que le da nombre con su “Utopía”.
En los siglos XVII y XVIII se siguió con este tipo de libros que, poco a poco, fueron deslizándose hacia el campo de la ciencia ficción. En efecto, con el avance de las exploraciones geográficas cada vez era más difícil situar una utopía o distopía en algún lugar del globo terrestre. Jonathan Swift en sus “Viajes de Gulliver” aún se atrevió a mandar a su protagonista a alguna isla remota pero, poco a poco, los autores fueron buscando nichos más “imposibles” y, por lo tanto, mas fantacientíficos.
Ludvig Holberg en su “Viaje al mundo subterráneo” (1741) marcó el camino al situar a su viajero dentro de las entrañas de la tierra. El concepto de tierra hueca acababa de nacer y pronto fue utilizado por cientos de escritores, destacando Henry Rider Haggard con su saga de “Ella”.
Para finales del XIX y principios del XX la tierra hueca dejó de ser una posibilidad creíble y, a partir ahora, las opciones eran, básicamente, dos: o bien viajamos a otro planeta, o nos situamos en un futuro más o menos cercano o la utopía-distopía se empieza a fraguar en nuestros mismos días.
Ante estas perspectivas, y en cierta forma, casi todas las historias de ciencia ficción ambientadas en el futuro o que describen otra civilización que no sea la nuestra son utopías o distopías. Evidentemente, si siguiésemos esta pauta, el marco se agrandaría de una forma grotesca e incluiría a otros muchos sub-géneros como el de viajes en el tiempo, exploración espacial o space opera. Por ello, queda claro que estamos ante una utopía-distopía siempre y cuando el autor tenga la intención consciente de criticar abiertamente los valores de la sociedad en la que vive.
Esta intención y la larga historia de este sug-género hace que sea el más aceptado por el mainstream de todos los que forman la ciencia ficción. De hecho, tres de las más grandes novelas de ciencia ficción jamás escritas, y que se sitúan aquí, lo fueron por escritores que no creían estar escribiendo ciencia ficción y suelen aparecer en todos los manuales académicos de literatura sin señalar su carácter cienciaficcionístico. Me refiero a “Nosotros” de Yevgueni Zamiatin, “Un mundo feliz” de Aldous Huxley, y“1984” de George Orwell.
Por desgracia, el caso no es nuevo, “Los viajes de Gulliver” de Jonathan Swift o “Erewhon” de Samuel Butler son dos libros mucho más antiguos en los que se repite exactamente lo sucedido con las obras de Orwell, Zamiatin o Huxley.
En el fondo, todo resulta un tanto descorazonador por que otros libros tan valiosos o más que estos clásicos jamás llegarán al gran público ni a la academia literaria por estar publicados por editoriales de género o escritos por autores estrictos de ciencia ficción. “Limbo” de Bernard Wolfe o “Mercaderes del espacio” de Frederick Pohl y C. M. Kornbluth son dos perfectos ejemplos de esta situación.
Un aspecto apasionante de este sub-género es que nuca quedan claras sus fronteras, lo que para uno puede ser utópico para otro puede ser claramente distópico. Los libros que se escribieron entre finales del XIX y principios del XX soñando con el triunfo de los ideales marxistas (“Noticias de ninguna parte” de Morris o El año 2000” de Bellamy) son un magnífico ejemplo. Incluso en nuestros días “Los desposeídos” de Le Guin daría más de un escalofrío a bastantes lectores de tendencia conservadora. Y viceversa, “La rebelión de Atlas” de Ayn Rand es un buen ejemplo de una utopía capitalista que a más de uno le dará terror.
Obviamente, la política no es el único campo de los utópico-distópicos. Gillman con “Dellas” inauguró el sendero de las utopías feministas tan bien seguido por autores como Sturgeon (“Venus mas X”), Le Guin (“La mano izquierda de la oscuridad”), Elgin (“Lengua materna”) o Russ (“El hombre hembra”).
Verne se aplicó en contra del militarismo (“Los 500 millones de la Begún”) siendo imitado con éxito por autores como Harrison (“Bill, héroe galáctico”), Haldeman (“La guerra interminable”), Shaw (“¿Quién anda por ahí?”) y, en especial, Wolfe (“Limbo”).
Los males de la contaminación y la superpoblación ya fueron tratados por Morris en “Noticias de ninguna parte” y consiguieron un gran éxito de la mano de escritores como Brunner (“El rebaño ciego”), Benford (“Cronopaisaje”) o Harrison (“¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio!”).
Y la lista de múltiples males criticados por los escritores de ciencia ficción podría prolongarse así hasta el infinito. Ahora bien, el principal problema que plantea la utopía-distopía es su carácter ensayístico y panfletario. No hay nada peor que ser un escritor aburrido y muchos autores de este sub-género pueden conseguir dormir a una piedra cuando empiezan a hablar de las virtudes de su modelo social con una aridez tan pasmosa como irrefrenable. ¿Qué hace que el libro de Bellamy ”El año 2000” sea un tostón y el de London “Talón de hierro” se lea con fruición, tratando los dos de lo mismo, el advenimiento de una sociedad socialista?. Pues que uno es un ensayo pesadísimo sin ninguna gracia y el otro una novela de aventuras trepidante y absorbente.
Otro buen ejemplo es Robert Heinlein que sin haber escrito una sola novela de este sub-género si que inyecto fuertes dosis de ideología en sus escritos (y una ideología más que dudosa) pero de una forma tan deliciosa que todos los lectores nos tragamos la píldora sin rechistar y encantados (otra cosa fue la digestión de semejantes ideas). Bien lo saben sus epígonos como Niven y Pournelle (“Juramento de fidelidad”).
¿Se seguirá escribiendo utopías-distopías en el futuro? Bien, dado el pesimismo imperante de un tiempo a esta parte lo distópico manda pero, dudo mucho, que nadie se empeñe en volver a escribir un panfleto como los de principios del siglo pasado. Incluso los libros de Le Guin parecen difíciles de remedar en nuestros días. Pero, la crítica contra el sistema seguirá apareciendo, lo utópico y distópico se disfrazará de alguna forma para atraer nuevos lectores. Como ejemplo tenemos el cyberpunk, dudo que muchos de los lectores de estos libros los vean de esta manera pero gente como Gibson o Sterling han conseguido describir como nadie los males del capitalismo del siglo XXI y los desafueros de la tecnología informática y esto es distopía. Incluso, si se me apura, esas cofradías de hackers informáticos que surcan el ciberespacio como los antiguos piratas del Caribe no dejan de tener un cierto hálito utópico más que decimonónico...

La imagen de esta entrada ha sido proporcionada amablemente por La Tercera Fundación.

[Memorias de un friki WEBGUNEKO 2005EKO TESTUA]

FOLKISTAN (3) Arabiar eta euskal atsotitzak, Simone de Beauvier...

FOLKISTAN (3) 

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Euskal atsotitzak, arabiar atsotitzak eta Simone de Beauvierren hitzak eta ondorengo talde, bakarlari eta diskoak...

-Baka Gbine (Kopolo)
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-Isuo Sasiia eta Elia -
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-Buterflai (Refranero Agricola).
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-Cisco e La Casa del Vento (Novecento).
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-Ghost Mice (Death and hatred to mankind).
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Anarkiaren Abezedarioa - ABC´s of Anarchy - ABC de la Anarquía


Entzunda edo irakurrita nengoNan ABC´s of Anarchy Brian Heagneyren arte obratxo bikaina bahuNala baina izena ez nekiNan, abezedario bat horrela eginda bazela soilik nekiNanalako, hara non sortez edo webgune zoragarriak bisitatzen dizkidaNalako (ez soilik, baina bai intentzioz) aurkitu diNadan modu oso sinple batetan gaur egungo anarkistentzako hogeitapiko hitz garrantzitsu (garrantzitsuenak esatea gehiegikeria huNake)... bakarren bat edo beste soberan zeudeNK agian (Youth hostelena adibidez, kar kar edo Kabouterrena edo Hobboena beno mugimendu garrantzitsua izan omen hituNan Herbeheretan lehena eta Estatu Batuetan bigarrena) eta jakina, ez haiz anarkiaren aurkaria xilografiaren edo gainbeheran (lurpean ez esatearren) dauden fanzineen berri ez badaukaNK. Gosatu Bryanen iruditxo polittekin.



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FOLKISTAN (4) - 3 gai + 4 idazleren esaldiak eta euskal atsotitzak

FOLKISTAN (4) 

Les Ramoneurs de Menhirs  
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Koitoa, kapitalismoa eta poliziaren gehiegikerien inguruko esaldiak, J.K. Rowling, Ernesto Sabato, Julio Cortazar eta Aldous Huxley idazleen esaldiak eta 18 euskal atsotitz

-What Cheer Brigade (The What Cheer Brigade). 06.
-What Cheer Brigade
(The What Cheer Brigade). 03.
-2nd St. Rag Stompers (Camping On Low Or No Dollars ). Iron and Steel
-2nd St. Rag Stompers
(Camping On Low Or No Dollars ). Lay Me Down
-viEjo
(Todo esta muerto). incomunicados.mp3
-viEjo
(Todo esta muerto). tan inertes.mp3
-Joxe Ripiau (positive bomb). 11. batzuk babilonia
-Joxe Ripiau
(positive bomb). 02. izar txikia
-Les Ramoneurs De Menhirs
(Dans an Diaoul) 11 Vel un tour-Tan
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20 libros de ciencia ficción para regalar a quienes creen (por error) que no les gusta la ciencia ficción

20 libros de ciencia ficción para regalar a quienes creen (por error) que no les gusta la ciencia ficción




Imagen: Anton Brzezinski / Corbis.
La literatura de ciencia ficción sufre una maldición: aunque es un género fascinante, repele a un gran número de lectores y a un número astronómico de lectoras. Al escuchar «ciencia ficción», muchos piensan en películas de acción salpicadas de parafernalia espacial. Imaginan rayos láser, alienígenas verdes, o naves que explotan en el vacío… y huyen despavoridos.
Cometen, claro, un error. Porque la literatura de ciencia ficción es en realidad un género reflexivo, con poca acción y muchas ideas. Está repleto de historias para hacernos pensar. ¿Cómo sería no envejecer? ¿qué sentiríamos si pudiésemos oír los pensamientos de los demás? Leyendo descubres que vivir en un planeta árido cambiaría nuestros rituales, o que trataríamos distinto a los demás si no viésemos la belleza en sus rostros. Te planteas si podrías amar a un ser artificial (tiendo a creer que sí), o si querrías vivir en una sociedad de hermafroditas (tiendo a creer que no). Al principio todo eso nos parece ajeno, pero esa es la trampa magistral de la ciencia ficción. Un truco para alejarte de tus prejuicios. Se nos describen mundos lejanos para que los veamos con objetividad, como un explorador que visita una tribu amazónica o un mundo feliz. Solo después, al regresar, te das cuenta de que con tus ojos nuevos ves el mundo corriente de otra manera.
La ciencia ficción es un genero asombroso, pero mucha gente jamás lo disfrutará. Esa es la maldición. Y por eso hoy lanzo una campaña: veinte libros de ciencia ficción para regalar a quienes creen (por error) que no le gusta la ciencia ficción.
* * *
Para feministas… La mano izquierda de la oscuridad (Ursula K. Le Guin, 1969). En el género hay muchas novelas de corte feminista, pero está es la más famosa y quizás la mejor. ¿Cómo sería la vida si los humanos mutásemos para ser hermafroditas capaces de cambiar de sexo? Le Guin usa esa premisa para elucubrar sobre una sociedad sin conflicto sexual.
Para izquierdistas… Los desposeidos (Ursula K. Le Guin, 1974). Otra obra magistral de la escritora americana en la que describe una luna habitada por una sociedad anarquista. En Anarres han dado forma a una cultura sin propiedad, donde hasta la misma palabra «poseer» ha desaparecido, sustituida por «usar». El libro te traslada a esa sociedad anarquista, con sus virtudes y defectos, a la vez que describe el reto de progresar en un mundo pobre en recursos.
Para contraculturales… Forastero en tierra extraña (Robert A. Heinlein, 1961). Otro libro mítico de la década de los sesenta. Voy a intentar un sinopsis: un humano-marciano llega a la tierra perplejo, hace cosas imposibles, sufre una conspiración, es rescatado por un libertario radical, descubre la amistad y el sexo, crea una comunanew age e inventa una religión. Una religión que, como estamos en 1961, no cree en la propiedad personal y promulga el amor libre. Forastero en tierra extraña es un libro extraño y divertidísmo. Entre el hippismo y el radicalismo libertario, marcó a una generación de jóvenes norteamericanos y además tiene una anécdota: se dice que era el libro de cabecera de Charles Manson.
Para militaristas… Starship Troppers (Robert A. Heinlein, 1959). Quizás el libro más famoso del escritor de ciencia ficción oficialmente de derechas. La historia de un soldado espacial armado de un exoesqueleto y en guerra con una raza de insectos. Desde entonces ese soldado es un arquetipo. Es un libro repleto de acción —este sí—, pero que Heinlein utiliza para filosofar sobre el sufragio, la ciudadanía, las necesidades de la guerra o la pena capital. Para muchos es un canto al rigor militar y para otros una crítica velada. En realidad, discutir las ideas políticas de Heinlein —comparen Starship Troppers y Forastero en tierra extraña para hacerse una idea de lo complicado del asunto— es un debate clásico del género futurista. (Las otras grandes discusiones son decidir si Asimov es un buen escritor y si Deckard es un replicante.)
Para pacifistas… La guerra interminable (Joe Haldeman, 1974). La otra gran novela de corte militar y quizás una respuesta a Starship Troppers. Haldeman narra una larguísima guerra a lo largo del espacio-tiempo. Los soldados recorren distancias astronómicas para combatir en el frente; y por efecto de la relatividad, cuando regresan a casa han pasado décadas. Solo encuentran extraños. Los hogares por los que han luchado y visto morir ahora les resultan ajenos. Muchos ven Vietnam en el relato de Haldeman.
Para ecologistas… Dune (Frank Herbert, 1965). La novela rebosa temas y es difícil de resumir, pero no hay dudas de que el ecologismo es un elemento central. La acción discurre en Arrakis, un ecosistema hostil a toda forma de vida, un desierto recorrido por enorme gusanos de arena. Solo lo habitan tribus dispersas de hombres, los Fremen, cuya cultura gira en torno a la conservación del agua y la espera de un mesías. Un hombre que hará brotar los árboles en mitad del desierto. Herbert dedicó el libro a «los ecólogos de las tierras áridas», lo que es toda una declaración de intenciones.
Para fans de Interstellar (la película)… Pórtico (Frederick Pohl, 1977). La última (y estupenda) película deNolan es la ocasión perfecta para infiltrar ciencia ficción a un neófito. Hay muchas opciones, pero la novela de Pohl es quizás la más adecuada: un relato de los exploradores de pórticos; hombres que se adentran a ciegas en un portal de tecnología extraterrestre, sin saber nunca en qué lugar del universo aparecerán, qué encontrarán, o si podrán regresar. Atravesar pórtico es una suerte de ruleta rusa que hace célebres (y ricos) a algunos exploradores, aunque mata y pierde en el olvido a la mayoría de ellos.
Para fans de Blade Runner (la película)… Los tres estigmas de Palmer Eldritch (Philip K. Dick, 1965). Blade Runner es una adaptación de otro relato de Philip K. Dick, ¿Sueñan los robots con ovejas cibernéticas?, pero no es ese el libro que conviene recomendar. No, porque estamos en uno de esos casos (infrecuentes) en que la película es mejor que la novela. A cambio, podemos elegir casi cualquier libro de Philip K. Dick. A mí me gustó siempre Los tres estigmas de Palmer Eldritch. Una novela que superpone realidad e irrealidad, fiel a las obsesiones del escritor famoso por su (¿impostada?) esquizofrenia. «Dios promete la vida eterna. Nosotros la damos».
Para cinéfilos… El fin de la infancia (Arthur C. Clarke, 1953). Una de las películas de ciencia ficción más afamadas es 2001: una odisea en el espacio, y aunque hay una novela con el mismo nombre, en realidad la película es una adaptación de un relato anterior de Arthur C. Clarke: «El Centinela». Pero no recomiendo leer ni uno ni otro. Las ideas de la película aparecen también en El fin de la infancia, otra novela de Clarke que es mucho mejor.
Para fans de Harry Potter… El juego de Ender (Orson Scott Card, 1985). Este es uno de los libros más fáciles de recomendar porque gusta casi siempre y a casi todo el mundo. Además tengo la teoría de que Harry Potter es un plagio de El juego de Ender porque copia su estructura principal. Las dos son historias de un joven talentoso, recluido en una academia formativa, llena de jóvenes que viven sin adultos y entregados a un juego aéreo de estrategia y habilidad. Además, El juego de Ender es un libro inteligente y divertido, con personajes estupendos y un final mítico.
Para animalistas… La voz de los muertos (Orson Scott Card, 1986). La voz de los muertos es un libro repleto de buenas ideas y que además es facilísimo de leer. Gira en torno al contacto con otras especies inteligentes. Nos habla del reto que supondría comunicase con extraterrestres, entenderlos y apreciar su cultura. Es un libro sobre la xenofobia entre especies y quizás un canto humanista. También habla de religión, del luto y de la muerte. Pero, como siempre logra Scott Card, el libro es tremendamente divertido.
Para lectores mainstream… La carretera (Cormac McCarthy, 2006). Hay gente que solo lee escritores de moda, cosa que me parece bastante razonable. Para estos, una opción estupenda de infiltrar ciencia ficción esLa carretera. La novela cuenta una historia postapocalíptica sobre un padre y un hijo que cruzan su país huyendo de asaltadores. Es un relato arquetípico de un subgénero fértil, las historias después de la catástrofe y el colapso civilizatorio. Si el libro gusta, podéis enlazar una sucesión de clásicos como La tierra permanece, deGeorge R. StewartSoy Leyenda, de Richard Matheson, o El día de los trífidos, de John Wyndham, todas estupendas.
Para adolescentes… Parque Jurásico (Michael Crichton, 1990). La ciencia ficción es un género para jóvenes (cosa que algunos indeseables consideran un demérito), pero puestos a escoger una novela, yo me quedo con una de mis iniciáticas, Parque Jurásico. Se lee como una novela de aventuras, pero está lleno de ciencia, desde paleontología, a ingeniería genética y teoría del caos.
Para hipsters… La era del diamante: manual ilustrado para jovencitas (Neal Stephenson, 1996). Una novela ambientada en un futuro neovictoriano, cuya protagonista es una niña que se cría sola gracias a un gadget (un libro inteligente que cuida de ella y le enseña todas las cosas). Gadgets y un futuro retro me parece adecuado para cualquier hipster. La novela además se las arregla para hablar de multinacionales, educación y clases sociales, o sobre la posibilidad de una «internet de las cosas» que nos fabrique objetos a voluntad.
Para amantes del relato corto… La historia de tu vida (Ted Chiang, 2002). La ciencia ficción nació (y creció) como un género de relatos cortos, que se pagaban por palabras y se publicaban en revistas de portadas chillonas. Hay, por tanto, miles de relatos y cientos de recopilaciones de relatos. Pero yo tengo predilección por dos: La historia de tu vida, de Ted Chiang, y Quemando cromo, de William Gibson.
Para amantes del misterio… Yo, robot (Isaac Asimov, 1950). Los relatos de robots de Asimov son un clásico de la ciencia ficción, pero además pueden leerse como relatos de misterio al estilo Agatha Christie. Tienen la misma estructura. Un protagonista que investiga un suceso que nadie es capaz de explicar, normalmente un robot que viola las tres leyes de la robótica. Y entonces, en la última página, todas las piezas encajan y nosotros, los lectores, nos quedamos pensando cómo es que no lo habíamos visto desde el principio.
Para amantes del terror… Soy Leyenda (Richard Matheson, 1954). Esto es casi una provocación porque hace décadas que el fandom debate si Soy leyenda es terror o ciencia ficción (yo no tengo ninguna duda de que es ciencia ficción). Sea lo que sea, el libro de Matheson merece que lo lea todo el mundo. La historia se desarrolla en un 1974 postapocalíptico y relata la vida de Neville, el último hombre vivo. Todos los demás han enfermado y se han convertido en vampiros (el ajo los repele y la luz solar los hiere). Neville vive una rutina solitaria, sin nada que hacer más que sobrevivir, fantaseando con encontrar otros hombres vivos. Soy leyenda es una de esas novelas absolutamente originales, pero que parece llena de clichés… porque desde entonces ha sido copiada una y mil veces.
Para amantes del manga… Snow Crash (Neal Stephenson, 1992). Una novela cuyo protagonista es repartidor de pizza en el mundo real, pero un príncipe guerrero en el metaverso. Un joven que reparte pizza para la mafia, mientras cruza autopistas a velocidad supersónica y esquiva a mensajeros en patines aún más supersónicos; que porta una katana, se llama Hiro Protagonist, y es una celebridad en el metaverso, el entorno de realidad virtual que sucedió a internet. Snow Crash es una novela trepidante y llena de acción. Quizás la más divertida del subgénero cyberpunk.
Para amantes de Borges… La invención de Morel (Adolfo Bioy Casares, 1940). De la trama de La invención de Morel escribió Borges en su prólogo que no le parece «una hipérbole calificarla de perfecta». El libro de Casares es uno de esos libros que no siempre pasa por ciencia ficción, pero que sin duda lo es. Un libro estupendo sobre el que es mejor no contar demasiado.
Para amantes del naufragio… El día de los trífidos (John Whyndam, 1951). Cuando yo era niño tenía dos géneros predilectos: las historias de naúfragos y la ciencia ficción. Entonces leí una novela que tenía lo mejor de ambos: El día de los trífidos. ¿Qué pasaría si todo el mundo se quedase ciego y el estado se viniese abajo? La novela describe el colapso de la civilización y narra cómo un grupo de hombres y mujeres viven entre sus restos… como víctimas de un naufragio.
* * *
Y hasta aquí la lista de recomendaciones, los veinte libros de ciencia ficción para regalar a gente que cree que no le gusta la ciencia ficción. Ahora ya sabéis, si sois aficionados al género, contribuid a su causa y regalad una novela a alguien que apreciéis. Y si resulta que sois uno de esos lectores (y lectoras) hasta ahora repelidos por la parafernalia espacial, entonces autoregalaros un libro de la lista. Si os defrauda, podéis escribirme para quejaros, y aunque no podré devolveros el dinero, sí prometo enviaros una disculpa. En cambio, si os gusta descubriréis un género para ver el mundo con ojos nuevos; ojos de recién despertado, cuando todo se ve luminoso pero no claro.

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¿Qué película ha defendido mejor la libertad de expresión?

Jot Down aldizkarikoek 12 filma interesgarriren zerrenda gai interesgarriago bati lotuak eskaintzen dizkigute. Nik beste bitaz gain Doce hombres sin piedad, Farenheit 451, El escandalo de Larry Flint eta La vida de los otros bikainak ezagutzen nizkiNan, ea beste hauek non edo non aurkitzen dizkiNadan eta gaiari buruzko ikusentzunekoak nahi badituNK badakiNK hik ere zer egin...


¿Qué película ha defendido mejor la libertad de expresión?

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El cine es un medio de expresión que, por su capacidad para influir tanto en tal número de personas, ha sufrido la censura y las presiones de todo tipo a lo largo de su historia y se ha sentido por ello también especialmente concernido a la hora de reivindicar un derecho como la libertad de expresión. Hay un buen puñado de películas que de una forma más o menos directa la han reivindicado, han denunciado su falta en determinadas situaciones y han planteado también los dilemas que trae consigo. A continuación les mostramos algunas de ellas, así que voten o añadan alguna otra si quieren.
Doce hombres sin piedad
Imagen de MGM.
Imagen de MGM.
Antiguamente los barcos para su sistema de navegación necesitaban conocer la hora exacta, ¿Pero cómo saber si el reloj que llevaban a bordo se retrasaba o adelantaba? La solución fue llevar tres, de esa manera aquella hora en la que al menos dos de ellos coincidían era la correcta. Por ese mismo motivo se espera de los periodistas que confirmen la veracidad de una noticia mediante una segunda fuente y de los científicos que sus experimentos sean reproducibles por otro equipo. Si contamos con varias voces independientes difícilmente todas ellas podrán cometer el mismo error o, según la concisa definición que dio el Tribunal Supremo estadounidense: «la libertad de expresar la propia opinión no es solo un aspecto de la libertad individual sino que es esencial para la búsqueda de la verdad». Pero ser una de esas voces independientes requiere coraje y quizá nunca hemos visto mejor plasmada esta cualidad que en el personaje de Henry Fonda en esta memorable película rodada en 1957 por Sidney Lumet. A lo largo de noventa y seis minutos vemos a un hombre lúcido y valiente servirse únicamente de la fuerza de la razón en una lucha titánica contra la montaña de prejuicios de sus compañeros del jurado para, finalmente, hacer prevalecer la justicia. Un clásico imprescindible.
La calumnia
Imagen de United Artists.
Imagen de United Artists.
De la misma manera que un agujero da su identidad al donut aunque no nos alimente, resulta esencial para comprender qué es la libertad de expresión señalar bien claro qué no es: ni la difamación ni la calumnia están amparadas por ella. Como derecho fundamental sus límites están en los derechos fundamentales de otras personas, como el derecho al honor. La propagación malintencionada de infundios puede destruir la reputación de una persona y tal vez ninguna otra película ha sido capaz de expresarlo mejor que La calumnia (The Children’s Hour, 1961). Inspirada en una historia real, narra cómo las vidas de dos amigas que dirigen una escuela infantil se ven dramáticamente alteradas por la difusión de un rumor sobre su supuesto lesbianismo. En cuanto se enteran los padres de sus alumnas acuden raudos a rescatar a sus niñas, según ese prejuicio largamente arraigado incluso aún hoy día que asocia homosexualidad y pederastia, creyendo que de alguna manera iban a corromperlas. Una excelente película protagonizada por Shirley MacLaine y Audrey Hepburnsobre la intolerancia que nos muestra cómo las palabras que se dicen y que se escriben tienen consecuencias.
Lenny
Imagen de United Artists.
Imagen de United Artists.
Mierda, joder, coño, mamón, hijo de puta, meada y tetas. Esas son las siete expresiones que el Comité Federal de Comunicaciones estableció que no podían ser dichas en los medios de comunicación. La libertad de expresión tradicionalmente ha excluido las obscenidades, el problema es delimitar qué es lo que puede ser considerado obsceno, pues en tan pantanoso terreno se confunden la moralidad y las creencias privadas con la ley pública. Además, ¿pr qué «mierda» es una expresión malsonante que debe censurarse y no «excremento» si ambas aluden a lo mismo? ¿Debe el mal gusto ser ilegal? El humorista Lenny Bruce reflexionó sobre todo ello en sus monólogos a comienzos de los años sesenta, lo que le trajo innumerables problemas judiciales antes de su prematura muerte a causa de las drogas. Este biopic interpretado por Dustin Hoffman recogió su atormentada vida y mordaces actuaciones en clubs como esta.
El hombre que mató a Liberty Valance
Imagen de Paramount Pictures.
Imagen de Paramount Pictures.
John Ford rodó aquí mucho más que un simple western, se trata de toda una parábola sobre el paso de la barbarie a la civilización, de la arbitrariedad a la ley y de la tiranía a la democracia. Todo ello muy bien contado en menos de dos horas. Cuando el joven abogado interpretado por James Stewart llega a una localidad sometida al dominio de un pistolero, desafiará su autoridad presentándose a las elecciones junto a un periodista, quien acabará recibiendo una paliza por haber denunciado en su periódico a los bandidos. Una agresión que, pese a todo, no le hace perder el humor: «le he explicado a ese Liberty Valance lo que es la libertad de prensa».
Todos los hombres del presidente
Imagen de Columbia Pictures.
Imagen de Columbia Pictures.
El escándalo del Watergate destapado por Carl Bernstein y Bob Woodward se ha convertido a estas alturas en una de las historias más queridas de la mitología periodística, la perfecta representación de una prensa libre e independiente garante de la democracia en su lucha contra un poder corrupto. Aunque en realidad ambos periodistas del Washington Post fueron poco más que mensajeros de una fuente anónima que hoy en día se habría montado un blog prescindiendo de tales intermediarios. En cualquier caso, la película de Alan J. Pakularecrea muy bien todo lo ocurrido en torno a esta investigación que acabó costándole la dimisión al presidenteNixon.
Fahrenheit 451
Imagen de Universal Pictures.
Imagen de Universal Pictures.
François Truffaut llevó al cine la novela distópica de Ray Bradbury sobre un futuro cercano en el que los libros estarían prohibidos y los bomberos se dedicarían a quemar cuantos encontrasen para preservar la feliz ignorancia en la que viven los ciudadanos. Sin embargo, unos pocos disidentes se preocupan por el legado cultural de la humanidad memorizando cada uno de ellos un libro. La premisa desde luego es llamativa y evocadora, aunque uno no puede evitar pensar en la suerte del pobre desdichado al que le tocase aprenderse la novela que Sánchez Dragó le dedicó a su gato aplastado por un montacargas.
Network. Un mundo implacable
Imagen de MGM.
Imagen de MGM.
De nuevo hay que mencionar a Sidney Lumet, esta vez como director de un film que obtuvo cuatro Óscars, una corrosiva crítica a los medios de comunicación, al público, a las multinacionales, a la globalización y a todo lo que se ponga por delante. Una película insólitamente amarga, descarnada, con un discurso enjundioso y mesiánico como pocas veces hemos podido ver en una pantalla de cine, con escenas como esta en la que el presentador de televisión se sincera con su público: «ustedes no van a enterarse de la verdad por nosotros. Les diremos cuanto quieran oír». O el monólogo en el que el directivo le explica cómo funciona el mundo. O laencendida arenga que busca despertar conciencias: «Estoy más que harto y no quiero seguir soportándolo».
El escándalo de Larry Flint
Imagen de Columbia Pictures.
Imagen de Columbia Pictures.
«Si la libertad significa algo es el derecho a decir a la gente lo que no quiere oír», parafraseando esta certera definición de George Orwell, el editor de la revista Hustler Larry Flint supo mostrar la naturaleza siempre espinosa y compleja de la libertad de expresión. Pues a todos nos gusta mucho la propia, pero la de los demás ya no tanto. La instauración de este derecho implica tener que oír una cantidad intolerablemente alta de opiniones distintas a la propia, y por tanto a menudo insultantemente equivocadas, necias o peligrosas. Pero como señaló también este pornógrafo y libertario, «si la primera enmienda defiende a una escoria como yo, también les defenderá a ustedes». Si se permite expresar tonterías y vulgaridades entonces estaremos garantizando también que ninguna idea genial pueda verse censurada. Una película divertidísima y a ratos también oscura a cargo de un director de la talla de Milos Forman.
Buenas noches y buena suerte
Imagen de Warner Independent Pictures.
Imagen de Warner Independent Pictures.
Cuando el periodista Edward R. Murrow se atrevió a ponerle el cascabel al gato cuestionando la caza de brujas del senador McCarthy, este como era de esperar respondió tachándolo de comunista. Pero la peor censura es la autocensura por miedo o por conveniencia y Murrow no se amedrentó ni se resignó a navegar a favor de la corriente. Su firmeza supuso el principio del fin del aspirante a inquisidor. George Clooney recreó el momento narrándolo con sencillez y maestría en una muy digna película.
Sophie Scholl: Los últimos días
Imagen de Broth Film .
Imagen de Broth Film .
Como cabía sospechar, la libertad de expresión no gozó en la Alemania nazi de su mejor momento: el primer campo de concentración abierto apenas llegaron al poder, el de Dachau, fue para disidentes políticos y más adelante las críticas al régimen pasaron a castigarse directamente con la guillotina. Ese fue el destino que sufrieron entre otros Georg Groscurth (del que ya hablamos aquí) o los hermanos Sophie y Hans Scholl. Estos últimos fueron unos estudiantes de la universidad de Múnich de profundas convicciones humanistas y cristianas que conformaron un grupo de resistencia secreto conocido como la Rosa Blanca, con el que difundieron panfletos en contra de la guerra y del régimen que la había provocado. Lamentablemente no tardaron en ser detenidos, juzgados por un «Tribunal del Pueblo» y condenados a muerte. Su heroico comportamiento los convirtió en auténticos mitos con el paso de los años y finalmente fueron retratados en esta película alemana del año 2005.
La vida de los otros
Imagen de Wiedemann & Berg.
Imagen de Wiedemann & Berg.
Los doscientos mil informantes con los que contaba la Stasi hicieron que en la RDA no fuera posible expresar cualquier crítica al sistema ni siquiera en los círculos más íntimos. Las máquinas de escribir estaban también controladas, de manera que cuando el protagonista quiere redactar un artículo controvertido tiene que recurrir a una traída en secreto desde la RFA. Pero lo que no sabe es que, además, está siendo espiado en su propia casa… Ganadora del Óscar a la mejor película de habla no inglesa en 2006, La vida de los otros retrató el asfixiante ambiente de sospecha y represión en el que tantos millones de europeos del bloque oriental vivieron durante décadas.
The interview
Imagen de Sony Pictures.
Imagen de Sony Pictures.
Aún no estrenada oficialmente en España pero ya pirateada mundialmente por cortesía del régimen norcoreano, The Interview debe incluirse en esta lista por partida triple. En primer lugar porque verla y seguir defendiendo su derecho a existir implica tomarse muy en serio esto de la libertad de expresión, ya decía Flint que este derecho también debe amparar cosas así. En segundo lugar porque la trama del film, además de chistes sobre penes y culos, pero muy malos a pesar de esa maravillosa materia prima, narra cómo unos medios de comunicación no sometidos a censura o amenazas son la mejor garantía de libertad para un país. Y por último, porque como ya es conocido la propia película se ha convertido en sí misma en un icono de aquello de lo que habla, desatando un conflicto internacional que ha incluido una ciberguerra entre ambos gobiernos y un cruce de declaraciones muy divertido. Por cierto, cuando el embajador norcoreano se preguntaba qué sucedería si alguien hiciera una película sobre un atentado contra el presidente norteamericano, demuestra además que no ha debido ir mucho al cine. Pocas cosas gustan más a Hollywood que hacer explotar la Casa Blanca…