Diez películas basadas en hechos reales que te emocionarán

Diez películas basadas en hechos reales que te emocionarán


Lion, una historia real sobre el poder de la solidaridad y de InternetLas películas basadas en hechos reales tienen el valor de contar algo que “más o menos” pasó como se cuenta. Suelen ser películas muy inspiradoras y, al menos, cuentan algo que entretiene y es parte de la historia.
  1. Lion (Garth Davis, 2016): Un niño de tan sólo cinco años se perdió en un tren que le llevó por error a Calcuta. Tras vagar por las calles, a miles de kilómetros de casa, es llevado a un horfanato y adoptado por una pareja australiana. Veinticinco años después, con la única ayuda de su memoria y de Google Earth, intentará encontrar a su familia biológica, que no consiguieron encontrarle. Es muy emotivo el momento en el que el hijo adoptado le dice a su madre adoptiva que siente que no pueda tener hijos pero ella (Nicole Kidman), lo corrige.
  1. La llave de Sarah (Gilles Paquet-Brenner, 2010): Película francesa sobre la novela de Tatiana de Rosnay, la cual se basa en la redada del velódromo de invierno, hechos reales ocurridos durante la época de la ocupación nazi en Francia. Los nazis usaron un velódromo parisino como centro de internamiento de judios. Sarah, una niña judía, encierra a su hermano en un armario para evitar que lo detengan, pero fue incapaz de predecir qué sería de él si toda la familia era detenida, tal y como ocurrió. La trama plantea con agudo ingenio cómo mucha gente se benefició de las casas que quedaron “abandonadas” tras la detención de los judíos.
  1. Freeheld, un amor incondicional (Peter Sollett, 2015): Laurel Hester (Julianne Moore) es una condecorada policía de Nueva Jersey, con muy buena reputación, pero que mantiene en secreto que es lesbiana para evitar discriminación. Cuando le diagnostican un cáncer terminal, su vida da un giro y se centra en su enfermedad y en su interés en dejar su pensión a su pareja de hecho, Stacie. Los funcionarios del condado no creen que su pareja tenga derecho a esa pensión por su condición de homosexual, aunque no ven mal que otros perciban más de una pensión. La policía protagonista ha dedicado su vida a buscar la justicia para los demás, y ahora le toca pedir justicia para ella y su pareja.
  1. Una razón para vivir (Andy Serkis, 2017; Título original: Breathe): Robin Cavendish (Andrew Garfield) es un aventurero que se casa y contrae la poliomielitis cuando su mujer está embarazada. La enfermedad le provocó una parálisis desde el cuello hasta los pies. Su mujer, Diana (Claire Foy), le saca del hospital a pesar del riesgo, ya que su vida depende de un respirador automático. La tenacidad de la pareja, con la ayuda de unos amigos, consigue hacer una silla de ruedas con un respirador que mejorará la vida de los discapacitados, que antes quedaban prostrados en una cama y encerrados en un hospital. La película fue producida por el hijo de la pareja real, Jonathan Cavendish.
  1. El niño que domó el viento (Chiwetel Ejiofor, 2019; Título original: The Boy Who Harnessed the Wind): La historia real de William Kamkwamba, un niño de Malaui que se hizo famoso en su país cuando, en 2002, construyó una turbina de viento utilizando partes de bicicleta y otras piezas de chatarra. La sequía estaba asolando su país y su plan era sacar agua de un pozo para regar. Desde entonces, este ingeniero e innovador, ha construido una bomba de agua con energía solar que suministra agua potable a su pueblo, turbinas de viento…
  1. Cita a ciegas con la vida (Marc Rothemund, 2017; Título original: Mein Blind Date mit dem Leben): Es una película basada en el libro en el que Saliya Kahawatte cuenta las anécdotas de su vida desde que un desprendimiento de retina lo dejó casi ciego. A pesar de su discapacidad, se empeña en cumplir su sueño de trabajar en un hotel y tras varios rechazos decide ocultar su discapacidad. Su afán de superación, su buena memoria y ganándose la confianza de algunos cómplices consigue que lo acepten en un curso de adiestramiento en un prestigioso hotel. Todo se complicará cuando conoce a Laura, de la que se enamora al oír su voz.
  1. En busca de Bobby Fischer (Steven Zaillian, 1993; Título original: Searching for Bobby Fischer): La película cuenta los comienzos del ajedrecista estadounidense Joshua Waitzkin (1976-), que llegó a ganar el Campeonato de Ajedrez Junior de los Estados Unidos en 1993 y 1994. El argumento se centra en sus comienzos y en cómo sus padres descubren su genial forma de jugar. El actor Ben Kingsley hace de profesor retirado de ajedrez que decide enseñar al joven ajedrecista de 7 años, al ver sus geniales y artísticas jugadas, que le recuerdan a las del gran maestro de ajedrez Bobby Fischer (1943-2008), campeón mundial entre 1972 y 1975. Fischer tenía una forma de jugar y una forma de ver a sus contrincantes que el joven Joshua parece no compartir, por mucho que le insistan.Película sobre la matanza de mujeres en Ciudad Juárez, México
  1. Ciudad del silencio (Gregory Nava, 2006; Título original: Bodertown): La periodista Lauren Adrian (Jennifer López) llega a Ciudad Juárez (México) para investigar la desaparición y asesinato de cientos de jóvenes obreras de las ‘maquiladoras’, fábricas mexicanas situadas en la frontera, en las que se montan componentes electrónicos para Estados Unidos. Los acuerdos de libre comercio hacen que los productos mexicanos lleguen fácilmente a EE.UU. a precios muy bajos, pero no mejora la calidad de vida de México, donde las obreras son explotadas. Se escogen principalmente a mujeres porque se quejan menos de las duras condiciones laborales. Mientras unos se hacen ricos, otros malviven y algunas mujeres dan su vida en un contexto donde su vida no vale apenas nada, ni para los políticos, ni para la policía. Se estima que pueden haber sido asesinadas más de 5.000 mujeres en Ciudad Juárez, pero las autoridades niegan esa cifra.
  1. Kon-tiki (Joachim Rønning y Espen Sandberg, 2012): Cuenta la historia dramatizada de Thor Heyerdahl, y su expedición de la balsa Kon-Tiki de 1947. Thor es un etnógrafo que quiere probar su teoría de que la gente de América del Sur podría haber sido el origen de las poblaciones de la Polinesia en la época precolombina. Para ello se construye una balsa con técnicas originales y navega a través del Pacífico desde Perú a la Polinesia, con su tripulación de cinco hombres y una guacamaya. Tenían que recorrer unos 7.000 km. saliendo desde Callao (Perú) y sufrir algunas inclemencias (tempestades, tiburones…). Kon-tiki era el nombre de la balsa y el nombre que Heyerdahl escribió sobre su aventura. La balsa se expone en el museo de Oslo.La vida de Juana I de Castilla, enamorada locamente de su marido Felipe El Hermoso.
  1. Juana la Loca (Vicente Aranda, 2001): Juana de Castilla, hija de los reyes Católicos, viaja a Bruselas para casarse con el que sería Felipe I de Castilla, conocido como Felipe El Hermoso, por su belleza. La muerte de los hermanos de Juana y de sus padres, la convierten en reina de Castilla, pero los celos de Juana por las infidelidades de su marido hacen que Juana se gane el apodo de “la Loca”.
https://historiasincontables.wordpress.com/ webgunetik hartua ]

BERTSiOLARI (2) - Un ramito de violetas, Violetaren martxa, Career oportunies, Ni obrero ni patrón, Mendian gora, Gure bazterretako mohikanoa, A galopar, Quién fuera luna, Lágrimas negras, Reynoles, Guns of Brixton.

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Mujeres luchando en la milicia CNT-FAI

Bertsio Originalak: Cecilia, Violeta Parra, The Clash, Producto Interior Bruto, Imanol, Laboa + ?, Rafael Alberti, Manzanita, Miguel Matamoros, Cecilia, The Clash.



Beste Bertsioak: Manzanita, Oskorri, Mundo Matadero, H.T.M., Lin Ton Taun, Zarzaparrilla, Paco Ibañez, Manzanita, Bebo Valdés & Diego el Cigala, Desmaskaradas, Inner Terrestrials.




BERTSiOLARI (2) naiz eta entzun edo jaitsi nazakezu !!

3 kasu - 3 casos



Caso 1: Los piaroa, una sociedad muy igualitaria que se extiende a lo largo de los afluentes del Orinoco y que la etnógrafa Joanna Overing describe como anarquista. Los piaroa dan un gran valor a la libertad individual y a la autonomía, y son muy conscientes de la importancia de garantizar que nadie esté jamás bajo las órdenes de otra persona, o de la necesidad de asegurar que nadie controle los recursos económicos hasta el punto de que pueda emplear dicho control para constreñir la libertad de los demás. Pero también insisten en que la propia cultura piaroa fue la creación de un dios malvado, un bufón caníbal bicéfalo. Los piaroa han desarrollado una filosofía moral que considera la condición humana atrapada entre el «mundo de los sentidos» —de deseos salvajes, presociales—, y el «mundo del pensamiento». Crecer significa aprender a controlar y canalizar dichos deseos a través de una atenta consideración hacia los demás y cultivar el sentido del humor. Pero este proceso se ve entorpecido por el hecho de que todas las formas de conocimiento tecnológico, por otro lado muy necesario para la vida cotidiana, tienen su origen en elementos de locura destructiva. Del mismo modo, si bien los piaroa son famosos por su pacifismo —no se conoce el asesinato y creen que cualquier ser humano que matase a otro caería fulminado al instante y moriría del modo más horrible—, habitan un mundo en constante guerra invisible, en que los magos repelen los ataques de dioses predadores locos, y todas las muertes responden a asesinatos espirituales y deben ser vengadas mediante la masacre mágica de comunidades enteras (lejanas y desconocidas).
Caso 2: Los tiv, otra sociedad notoriamente igualitaria, construyen sus casas a lo largo del río Benue, en el centro de Nigeria. En comparación con los piaroa, su vida doméstica es bastante jerárquica: los varones adultos suelen tener varias mujeres e intercambian entre ellos los derechos sobre la fertilidad de las mujeres jóvenes. Los varones jóvenes se pasan gran parte de la vida vagando por el poblado paterno como solteros dependientes. Los tiv no lograron mantenerse fuera del alcance de las incursiones en busca de esclavos en siglos pasados, sus tierras tenían mercados locales y se producían ocasionalmente pequeñas guerras entre clanes, aunque la mayoría de las disputas se solucionaban en grandes «asambleas» comunales. No existían instituciones políticas mayores que el poblado; de hecho, cualquier cosa que se asemejara un poco a una institución política se consideraba sospechosa per se o, para ser más precisos, rodeada de un áurea de horror oculto. Esto era así, como dijo en pocas palabras el etnógrafo Paul Bohannan, debido a como veían la propia naturaleza del poder: «los hombres consiguen poder consumiendo la sustancia de los otros». Los mercados estaban protegidos, las normas que los regían se hallaban reforzadas por amuletos que encarnaban las enfermedades y cuya fuerza provenía de partes del cuerpo humano y de la sangre. Los emprendedores que lograban crearse una cierta fama, riqueza o clientela, eran por definición brujos. Sus corazones estaban cubiertos por una sustancia llamada tsav, que solo podía crecer si comían carne humana. Aunque muchos intentaran evitarlo, se dice que existía una sociedad secreta de brujos que deslizaba trozos de carne humana en la comida de sus víctimas, por lo que éstas incurrían en una «deuda de carne» que les producía antojos antinaturales que podían llegar a empujarlas a comerse a toda su familia. Esta sociedad secreta de brujos se consideraba el gobierno invisible del país. Por tanto, el poder se institucionalizaba como un poder maligno y cada nueva generación surgía un movimiento de caza de brujos para desenmascarar a los culpables y poder destruir, de forma efectiva, cualquier estructura emergente de autoridad.
Caso 3: Las tierras altas de Madagascar, donde viví entre 1989 y 1991, eran un lugar muy diferente. La zona había sido el centro del Estado malgache, el reinado de Merina, desde principios del siglo XIX, y resistió muchos años el duro gobierno colonial. Durante el tiempo que estuve allí, existían una economía de mercado y, en teoría, un gobierno central, dirigido por lo que se consideraba la «burguesía merina». Pero lo cierto es que este gobierno se había retirado de la mayor parte de comunidades rurales y campesinas, y éstas se gobernaban a sí mismas. En muchos sentidos se las podía considerar anarquistas: la mayoría de las decisiones locales se tomaba por consenso en instituciones informales, el liderazgo se colocaba, en el mejor de los casos, bajo sospecha; se creía que era un error que un adulto diera órdenes a otro, especialmente si lo hacía de forma continuada, por lo que incluso instituciones como el trabajo asalariado se consideraban moralmente sospechosas. O para ser más precisos, se consideraban no malgaches, pues así se comportaban los franceses, los reyes malvados y los dueños de esclavos. La sociedad era, por encima de todo, muy pacífica, aunque también se hallaba rodeada de una guerra invisible. Todo el mundo tenía acceso a espíritus o hechizos peligrosos o podía permitirles la entrada; la noche estaba dominada por brujas que bailaban desnudas sobre tumbas y montaban a los hombres como si fueran caballos. Todas las enfermedades se debían a la envidia, el odio y los ataques mágicos. Y aún más, la brujería mantenía una extraña y ambivalente relación con la identidad nacional. Si por una parte se hacían referencias retóricas al pueblo malgache como igual y unido «como cabellos en una cabeza», eran escasas las referencias a la igualdad económica si alguna vez se invocaba. De todos modos, se asumía que la brujería destruiría a cualquiera que se hiciera demasiado rico o poderoso; y se tenía esta brujería como algo maligno pero al mismo tiempo como una seña de identidad malgache (los hechizos eran solo hechizos, pero los hechizos malignos eran «hechizos malgaches»). Los rituales de solidaridad moral, donde se invocaba el ideal de igualdad, se producían precisamente en el transcurso de aquellos rituales dirigidos a eliminar, expulsar o destruir esas brujas que, perversamente, eran la encarnación retorcida y la aplicación práctica del ethos igualitario de la propia sociedad.

[ David Graeber antropólogo eta ekintzailearen Fragmentos de antropología anarquista liburuaren zatitxo bat]

El elefante de Orwell: el arte de la resistencia.

El elefante de Orwell: el arte de la resistencia.
"Cuando el gran señor pasa, el campesino sabio hace una gran reverencia y silenciosamente se echa un pedo" 
Proverbio etíope.

"La sociedad es un animal muy misterioso, con muchos rostros y ocultas potencialidades, y es un signo de extrema miopía creer que el rostro que la sociedad te está presentando en un determinado momento es su único rostro verdadero. Ninguno de nosotros conoce todas las potencialidades latentes en el espíritu del pueblo”.  
Václav Havel. Intelectual y político.



George Orwell cuenta en "Shooting an Elephant" [Matar un elefante] sobre algo que le ocurrió cuando era subinspector de policía del régimen colonial en Birmania, durante los años veinte. A Orwell lo llaman para que resuelva el problema de un elefante en celo que se ha soltado y que está haciendo destrozos en el bazar. Cuando Orwell, con un fusil para matar elefantes en mano, finalmente encuentra al animal, éste, que ha matado a un hombre, está tranquilamente pastando en un arrozal y ya no representa ningún peligro para nadie. En ese momento, lo lógico sería observar al elefante por un tiempo para asegurarse de que se le ha pasado el celo. Pero la presencia de dos mil súbditos coloniales, que lo han seguido y que lo están observando, hace imposible aplicar la lógica:

"Y de pronto me di cuenta de que, a pesar de todo, yo tenía que matar al elefante. Eso era lo que la gente esperaba de mí y lo que yo tenía que hacer. Yo podía sentir sus dos mil voluntades presionándome, sin que yo pudiera hacer nada. Justo en ese momento, cuando estaba allí parado con el rifle en mis manos, me di cuenta por primera vez de cuánta falsedad e inutilidad había en el dominio del hombre blanco en Oriente. Aquí estaba yo, el hombre blanco con su rifle, enfrente de una multitud inerme de nativos: yo era supuestamente el protagonista de la obra, pero en realidad yo no era sino un títere absurdo que iba de un lado para otro según la voluntad de esos rostros amarillos que estaban detrás de mí. Me di cuenta de que cuando el hombre blanco se vuelve un tirano está destruyendo su propia libertad. Se convierte en una especie de muñeco falso, en la figura convencionalizada del sahib. 
Porque un principio de su dominio es que debe pasarse la vida tratando de impresionar a los "nativos", de tal manera que en cada crisis él tiene que hacer lo que los "nativos" esperan que él haga. Usa una máscara y su rostro tiene que identificarse con ella [...] Un sahib tiene que comportarse como sahib; tiene que mostrarse decidido, saber muy bien lo que quiere y actuar sin ambigüedad. Llegar, rifle en mano, con dos mil personas tras de mí, y luego alejarse sin haber tomado ninguna decisión, sin haber hecho nada... no, era imposible. La multitud se hubiera reído de mí. Y toda mi vida, la vida de todos los blancos en Oriente, era una larga lucha que no tenía nada de risible."

El antropólogo James C. Scott, en su libro "Los dominados y el arte de la resistencia" comenta esta anécdota, y añade: "Si la subordinación exige representar convincentemente la humildad y el respeto, la dominación también parece exigir una actuación semejante, de altanería y dominio. Pero hay dos diferencias. Si el esclavo no sigue el guión, corre el riesgo de recibir una paliza, mientras que Orwell sólo corre el riesgo de quedar en ridículo. Y otra diferencia importante es que la necesaria pose de los dominadores proviene no de sus debilidades sino de las ideas que fundamentan su poder, del tipo de argumentos con los que justifican su legitimidad. Un rey de título divino debe actuar como un dios; un rey guerrero, como un valiente general; el jefe electo de una república debe dar la apariencia de que respeta a la ciudadanía y sus opiniones; un juez debe parecer que venera la ley."

Orwell se dio cuenta de cómo los birmanos se las arreglaban para dejar entrever, casi constantemente, su desprecio por los ingleses, aunque se cuidaban de no arriesgar nunca un desafío directo mucho más peligroso:
"El sentimiento antieuropeo era muy intenso. Nadie se atrevía a provocar un motín; pero si una mujer europea andaba sola por un bazar era muy probable que alguien le escupiera jugo de betel en el vestido [...] Cuando un ágil birmano me puso una zancadilla en el campo de futbol y el árbitro (otro birmano) se hizo el desentendido, la multitud estalló en una horrenda carcajada [...] Los rostros amarillos llenos de desprecio de los jóvenes con los que me encontraba por todos lados y los insultos que me gritaban cuando yo estaba ya a una distancia segura para ellos terminaron afectándome bastante. Los jóvenes sacerdotes budistas eran los peores de todos."

Scott de nuevo aclara: "Gracias a una cierta prudencia táctica, los grupos subordinados rara vez tienen que sacar su discurso oculto. Pero, aprovechándose del anonimato de una multitud o de un ambiguo accidente, encuentran innumerables maneras ingeniosas de dar a entender que sólo a regañadientes participan en la representación.(...) Detrás de los actos "antieuropeos" que observó Orwell, había sin duda un discurso oculto mucho más complejo, un lenguaje completo conectado con la cultura, la religión y la experiencia colonial de los birmanos." 
   
"Por supuesto, los birmanos tampoco tenían acceso a lo que estaba detrás del comportamiento más o menos oficial de los ingleses." Fue lo que Orwell sí presenció en el club de blancos a donde acudía con sus compañeros: "la mayor alegría en el mundo sería atravesar las entrañas de un monje budista con una bayoneta"

Estas ideas ocultas es lo que Scott llama infrapolítica. Una especie de política cotidiana o "detrás de bambalinas" que se enfrenta a las normas sociales día tras día y con pequeños movimientos. Algunos psicólogos sociales afirman que son pequeñas válvulas de escape para desahogarse de estas jerarquías sociales cerradas. Pero Scott lo niega:
“Lejos de ser válvulas de escape que ocupan el lugar de la resistencia real, las prácticas discursivas fuera de escena mantienen esa resistencia, de la misma manera en que la presión informal de los compañeros de trabajo de una fábrica disuade a cualquier obrero en particular de exceder las normas de trabajo y de romper las cuotas establecidas entre todos”

"En resumen, sería más exacto concebir el discurso oculto como una condición de la resistencia práctica que como un sustituto de ella. Habría que recordar que la acumulación de miles y miles de estos actos "insignificantes" de resistencia tienen un poderoso efecto en la economía y en la política. Los pequeños hurtos y la apropiación de tierras a gran escala pueden llegar a reestructurar el control de la propiedad. La evasión de impuestos de los campesinos ha provocado crisis de apropiación que ponen en peligro al Estado. La deserción masiva de siervos o campesinos reclutados ha ayudado a lo largo de la historia a que se derrumbe más de un régimen. En condiciones adecuadas, la acumulación de actos insignificantes logra, como los copos de nieve en la pendiente de una montaña, provocar una avalancha"

“La no declarada guerra de guerrillas ideológica que tiene lugar en ese espacio político exige que nos introduzcamos en el mundo del rumor, el chisme, los disfraces, los juegos de palabras, las metáforas, los eufemismos, los cuentos populares, los gestos rituales, la anonimia” "Por eso los rebeldes actuales mimetizan actos del carnaval: se visten como mujeres o usan máscaras cuando destruyen máquinas o cuando plantean demandas políticas; usan la organización y la reunión ritual del carnaval o de las ferias para cubrir sus intenciones. ¿están jugando o lo hacen en serio? Nada les conviene más que aprovechar al máximo esta oportuna ambigüedad"

"Quién será el primero en declarar abiertamente el discurso oculto y exactamente como y cuando lo hará, son cuestiones que rebasan en mucho el alcance de las técnicas de las ciencias sociales"

"Cuando la primera declaración del discurso oculto tiene éxito, su capacidad movilizadora como acto simbólico es potencialmente asombrosa. En el nivel de la táctica y de la estrategia, se trata de un importante inicio del estado de cosas. Los actos simbólicos decisivos, como dice un sociólogo (Collins), "ponen a prueba la resistencia de todo el sistema de miedo recíproco" En el nivel de las creencias, de la cólera y de los sueños políticos, se trata de una explosión social. La primera declaración habla en nombre de innumerables subordinados, grita lo que históricamente había tenido que ser murmurado, controlado, reprimido, ahogado y suprimido. 

Si el resultado parece un momento de locura, 

si la política que engendran es tumultuosa, frenética, delirante y a veces violenta, 

se debe quizás al hecho de que los oprimidos rara vez aparecen en la escena pública y tienen tanto que decir y hacer cuando finalmente entran en ella."


Un buen ejemplo de infrapolítica:

"Nunca dudes de que un pequeño grupo de ciudadanos reflexivos y comprometidos pueda cambiar el mundo. De hecho, es lo único que alguna vez lo ha cambiado."
Margaret Mead

LOA A LA DUDA (Bertolt Brecht)

Loada sea la duda! Os aconsejo que saludéis
serenamente y con respeto
a aquel que pesa vuestra palabra como una moneda falsa.
Quisiera que fueseis avisados y no dierais
vuestra palabra demasiado confiadamente.

Leed la historia. Ved
a ejércitos invencibles en fuga enloquecida.
Por todas partes
se derrumban fortalezas indestructibles,
y de aquella Armada innumerable al zarpar
podían contarse
las naves que volvieron.

Así fue como un hombre ascendió un día a la cima inaccesible,
y un barco logró llegar
al confín del mar infinito.
¡Oh hermoso gesto de sacudir la cabeza
ante la indiscutible verdad!
¡Oh valeroso médico que cura
al enfermo ya desahuciado!

Pero la más hermosa de todas las dudas
es cuando los débiles y desalentados levantan su cabeza
y dejan de creer
en la fuerza de sus opresores.

¡Cuánto esfuerzo hasta alcanzar el principio!
¡Cuántas víctimas costó!
¡Qué difícil fue ver
que aquello era así y no de otra forma!
Suspirando de alivio, un hombre lo escribió un día en el
libro del saber.

Quizá siga escrito en él mucho tiempo y generación tras
generación
de él se alimenten juzgándolo eterna verdad.
Quizá los sabios desprecien a quien no lo conozca.
Pero puede ocurrir que surja una sospecha, que nuevas
experiencias
hagan conmoverse al principio. Que la duda se despierte.

Y que, otro día, un hombre, gravemente,
tache el principio del libro del saber.
Instruido
por impacientes maestros, el pobre oye
que es éste el mejor de los mundos, y que la gotera
del techo de su cuarto fue prevista por Dios en persona.
Verdaderamente, le es difícil
dudar de este mundo.
Bañado en sudor, se curva el hombre construyendo la casa
en que no ha de vivir.

Pero también suda a mares el hombre que construye su
propia casa.
Son los irreflexivos los que nunca dudan.
Su digestión es espléndida, su juicio infalible.
No creen en los hechos, sólo creen en sí mismos. Si llega el
caso,
son los hechos los que tienen que creer en ellos. Tienen
ilimitada paciencia consigo mismos. Los argumentos
los escuchan con oídos de espía.

Frente a los irreflexivos, que nunca dudan,
están los reflexivos, que nunca actúan.
No dudan para llegar a la decisión, sino

para eludir la decisión. Las cabezas
sólo las utilizan para sacudirlas. Con aire grave
advierten contra el agua a los pasajeros de naves
hundiéndose.

Bajo el hacha del asesino,
se preguntan si acaso el asesino no es un hombre también.
Tras observar, refunfuñando,
que el asunto no está del todo claro, se van a la cama.
Su actividad consiste en vacilar.
Su frase favorita es: «No está listo para sentencia.»
Por eso, si alabáis la duda,
no alabéis, naturalmente,
la duda que es desesperación.

¿De qué le sirve poder dudar
a quien no puede decidirse?
Puede actuar equivocadamente
quien se contente con razones demasiado escasas,
pero quedará inactivo ante el peligro
quien necesite demasiadas.
Tú, que eres un dirigente, no olvides
que lo eres porque has dudado de los dirigentes.
Permite, por lo tanto, a los dirigidos
dudar.
Fuente:
"Los dominados y el arte de la resistencia" James C. Scott
[ Orain dela urte mordoxkako artikuloa duNK  Una antropologa en la luna webgunetik hartu diÑadan hau ]

BERTSiOLARI (1) - Izarraren lorratza, Libre al fin, La llorona, El cumbanchero, Nicaragua nicaraguita, Bella ciao, Ardi faltso hoiei, Aintzinako bihotz, Romance del pastor desesperado, Guns of Brixton.

BERTSiOLARI (1) - Izarraren lorratza, Libre al fin, La llorona, El cumbanchero, Nicaragua nicaraguita, Bella ciao, Ardi faltso hoiei, Aintzinako bihotz, Romance del pastor desesperado, Guns of Brixton.



Bertsio Originalak: John Denver, The Clash, mexikoko abesti popularra, Rafael Hérnandez Marín, Carlos Mejia Godoy, partisanoen 2. mundu gerrako abestia, ?, Mikel Laboa, anonimoa, The Clash.



Beste Bertsioak: Egan, Fun People, Gerderlexx, What Cheer Brigade, Windstars ensemble singapur, Modena City Ramblers, Imanol Larzabal, Anari, Paco Ibañez, The Arcade Fire.



BERTSiOLARI naiz eta entzun edo jaitsi nazakezu !!

Más allá de esto

Más allá de esto


Los muertos no beben té
 
Un buen día se presentó en mi casa un gran amigo, Álvaro. A pesar de ser domingo, yo estaba liado con muchas cosas pendientes del trabajo. Me las había llevado a casa para adelantar trabajo antes de empezar la semana.
 
El timbre de la puerta me molestó, pues estaba muy concentrado. Abrí la puerta con ímpetu. No esperaba a nadie conocido detrás de ella. Al ver su cara, él notó mi sorpresa y se disculpó antes de saludar:
 
—Perdona que te moleste un domingo, pero quiero hablar contigo.
 
—Claro, claro. Pasa —dije yo, aún un poco turbado—. ¿Pasa algo grave?
 
—No, no… nada grave —afirmó tranquilizándome.
 
Álvaro y yo éramos buenos amigos, pero no nos veíamos muy a menudo. Había estado en mi casa varias veces, pero hacía ya mucho tiempo que no quedábamos en la casa de ninguno de los dos. De hecho, en los últimos tres o cuatro años solo nos habíamos visto en las Navidades y en alguna que otra ocasión esporádica. Cada uno vivía su vida, pero siempre nos habíamos dicho que no necesitábamos vernos a menudo para saber que contábamos el uno con el otro para lo que fuera.
 
Álvaro estudió medicina con unas notas brillantes y se especializó en cirugía pediátrica. Trabaja en un hospital público y tiene una consulta privada con la que llena todo su tiempo libre. Él no gana mucho. En su consulta privada solo cobra la voluntad. Se dedica a atender a gente con problemas para acceder a los hospitales, con problemas para comprar la medicación, o bien, que no pueden permitirse ciertas operaciones (inmigrantes y gente humilde). Él regala la medicación a todos los pacientes que se lo piden y opera a cientos de niños gratis cada año. Ha salido en el periódico y en televisión haciéndole entrevistas y alabando su dedicación y su solidaridad.
 
Desde luego, tenía que ser algo grave para que Álvaro viniera a mi casa, sin avisar, un domingo por la tarde. No podía hacer otra cosa que ofrecerle un té, que sabía que le gustaba, y escuchar lo que tuviera que pedirme.
 
—¡Cuéntame! ¿Qué quieres pedirme? —pregunté con urgencia.
 
—¿Pedirte? No, no… no quiero pedirte nada —contestó con voz demasiado tranquila para una situación que debía ser importante y urgente.
 
—¿Entonces? ¿Para qué has venido?
 
—Solo quiero contarte algo —susurró mientras sonreía ligeramente.
 
—Pues cuéntame —demandé con decisión.
 
Álvaro se retrepó en el sofá, hizo un gesto como si fuera a coger la taza de té humeante, pero no lo hizo. Pensé que el té aún quemaba demasiado. Yo estaba intrigado y nervioso. Esperaba que me contara lo que tuviera que contarme y que me dejara continuar con lo que estaba haciendo. En cambio, él no parecía tener prisa y hablaba de forma pausada, intercalando muchos silencios, como si le costara hablar, como si quisiera que cada palabra fuera escuchada.

Lo que Álvaro me contó

—Querido amigo, antes de irme quiero hablar contigo. Sabes que te aprecio aunque no nos hemos visto mucho últimamente.
 
—Es cierto —interrumpí—, pero aunque no nos veamos cuentas conmigo para lo que sea. ¿Qué tienes que contarme? ¿En qué puedo ayudarte?
 
—Verás, tú sabes que soy huérfano. Mi madre murió al nacer yo y mi padre murió cuando yo tenía 14 años.
 
—Fue un accidente laboral, ¿verdad?
 
—Sí. Mi padre se cayó del tejado del edificio que estaban construyendo. La empresa pagó una multa por no cumplir las normas de seguridad, pero a mi padre no me lo devolvieron vivo.
En ese momento, se hizo un silencio incómodo. No hubiera sido correcto meterle prisa, pero mi mente estaba pensando en todo lo que había planeado hacer aquella tarde. En cambio, allí estábamos los dos, contemplando en silencio nuestras humeantes tazas de té verde.
 
Le miré y le hice un gesto para que bebiera, pero no lo hizo. Al menos, continuó hablando:
 
—El día que murió mi padre yo estaba en mi casa. Mis abuelos me recogían del colegio, porque mi padre llegaba bastante tarde de trabajar. Trabajaba en una obra que estaba a unas dos horas de distancia y mis abuelos ya estaban jubilados y no tenían más hijos ni nietos a los que atender.
La conversación se estaba desviando por un tema que, por una parte, era doloroso para él, y por otra, no era lo que había venido a contarme. Yo quería reconducir la conversación pero no sabía cómo. Mientras él hablaba de su padre, yo intenté cortarle diciéndole algo que encarrilara su discurso a lo que había venido a decirme.
 
—Tuvo que ser muy duro perder a tu padre, pero lo superaste muy bien —comenté con la esperanza de zanjar ese asunto y de que cambiara el tema.
 
—Sí… bueno… no exactamente. Es cierto que mejoré mis notas. Yo era un estudiante malísimo y me puse a estudiar a tope. Pero también sufrí un shock y tardé años en encajar casi todas las piezas. La última pieza, de hecho, la he encajado hoy.
 
—¡Hoy! —exclamé con sorpresa.
 
—Un día, yo estaba en mi cuarto encerrado. Mis abuelos me encerraban para que hiciera los deberes, pero yo no hacía nada y me entretenía con cualquier cosa… Estaba tumbado en la cama cuando mi padre entró por la puerta. Yo me incorporé rápidamente de la sorpresa y le dije que aquel día había llegado pronto a casa. Él se quedó junto a mi cama y me preguntó si había hecho los deberes y si había estudiado un poco. Yo fui sincero. Le dije que no, a todo. Pensaba que me iba a regañar, pero solo me dijo que tenía que esforzarme un poco más en la vida, pero que no abandonara mi esencia porque yo tenía un buen corazón.
 
Álvaro estaba afectado pero yo no entendía que Álvaro viniera a mi casa, sin avisar, y se pusiera a contarme todo esto del pasado. Sin duda, tenía que desistir de terminar las tareas del trabajo. Así pues, me relajé para escuchar y él continuó su relato:
 
—Cuando mi padre salió de la habitación sentí el alivio de no haber recibido una reprimenda, pero también la sensación de estar perdiendo el tiempo miserablemente. Entonces, recordé que mi padre me tenía que firmar una autorización para ir a una excursión del colegio. Busqué el papel en mi mochila y salí de mi cuarto gritando «¡Papá! ¡Papá! ¡Tienes que firmarme esto!». Cuando llegué a la cocina, mi abuela me dijo que mi padre aún no había llegado del trabajo. Yo le dije que sí había llegado y que yo lo había visto. Se estaba riendo de mí cuando empezó a sonar el teléfono. Mi abuelo se adelantó a cogerlo y yo, que estaba cerca, escuché perfectamente lo que le dijeron a mi abuelo tras identificarse. Las palabras que salieron del pequeño altavoz a bajo volumen causaron un alto impacto en mí: «Siento decirle que su hijo ha sufrido un accidente y hace una hora lo llevaron al hospital».
 
Álvaro nunca me había contado aquello. Yo me quedé helado, pero no se me ocurrió nada que decir. Eso había ocurrido hace ya muchos años. No me parecía bien consolarlo por aquello. Y tampoco parecía que él estuviera afectado. Yo diría que yo estaba más conmovido que él. Tras una breve pausa, continuó hablando:
 
—Cuando fuimos al hospital nos confirmaron que mi padre había ingresado cadáver. Pero… ¡Yo lo había visto en mi casa! ¿Entiendes? ¡Mi padre me habló! ¿Cómo es posible que yo lo viera en mi cuarto y a la vez estuviera trabajando en la obra? Estuve meses intentando responder a esa pregunta hasta que me puse a comparar la hora del accidente con la hora en la que mi padre me visitó. Averigüé la hora de la llamada de teléfono anunciando el accidente. Y consulté la hora del fallecimiento en la ambulancia que constaba en el informe médico oficial. Según mis cálculos, mi padre me visitó unos siete minutos después de fallecer en la ambulancia.
 
Al terminar esa frase noté que el vello de los brazos se me erizó. Por un momento, pensé que estaba bromeando, pero su semblante era el mismo que al principio. Yo estaba petrificado y no articulé palabra, pero él siguió hablando con tranquilidad:
 
—Ahora entiendo que cuando uno muere, tiene un tiempo para visitar a quien quiera, para despedirse, siempre que lo considere positivo. Cuentan que Jesús también se apareció a los Apóstoles, ¿no?… ¿A quién elegirías tú? Yo, por ejemplo, elegiría a mi madre, pero eso no sería “positivo”. A mi madre le daría un infarto si me apareciera a ella después de muerto. Hay que elegir bien a la persona. ¿A quién te presentarías tú si murieras ahora?
 
—¿Yo? —titubeé ante una pregunta tan extraña—. No sé. Supongo que a nadie. No tengo a nadie a quien yo le importe mucho. Vivo solo y no tengo muchas amistades, ya sabes. Me gasto mi dinero principalmente en mí, por lo que poca gente tiene algo que agradecerme o quiere cuentas conmigo. Envidia, ya sabes… ¿Sabes? Tal vez yo me presentaría a ti después de muerto, para despedirme… jajaja…
 
Mi risa sonó como con eco, pero al callarme, volvió el silencio a la sala.

El mensaje

—Escucha Álvaro —le pedí con tacto—, te agradezco tu visita, pero tengo cosas que hacer para mañana del trabajo. Conseguiré un buen plus si termino un asunto a tiempo. Te agradezco también tu confidencia, pero si no tienes nada más que decirme, me gustaría ponerme a trabajar.
 
—Sí tengo algo más que decirte. De hecho, aún no te he dicho lo que he venido a decirte.
 
—¡Ah! —exclamé yo con tono de sorpresa— ¿A qué esperas?
 
—Dado que tenemos poco tiempo, intentaré ser breve. No te enfades, pero intuyo que no eres feliz. Te dedicas al trabajo y es un trabajo que no te gusta. Ganas bastante dinero, pero no lo compartes y no imaginas la felicidad que recibes cuando compartes. Solo quiero pedirte que compartas tu vida, tu dinero y tu casa. Aquellos con quienes lo hagas, te darán felicidad. No sé si conoces a más gente que pueda hablarte tan claro sin que te enfades. Yo sé que yo puedo, porque nuestra amistad es fuerte y estoy seguro de que no te vas a enfadar conmigo. Yo conozco tu esencia y tú tienes un buen corazón.
 
En ese momento sonó mi teléfono que estaba sobre la mesa. Me levanté, lo cogí y, sin descolgar aún, le objeté a Álvaro:
 
—Por supuesto que no voy a enfadarme contigo, pero opino que has sido un poco duro conmigo. Vale que tú seas un médico altruista, pero no todos tenemos que ser así… Perdona, pero voy a contestar al teléfono… ¡Es Manolo!
 
Me fui a la cocina a tomar un poco de agua mientras contestaba al teléfono:
 
—¡Hola Manolo! ¿Que tal estás?
 
—Bien, ¿Y tú? —se oyó al otro lado del teléfono.
 
—Bien, bien… ¿A que no sabes con quién me estoy tomando un té?
 
—Escucha… tengo algo importante que decirte —añadió con una voz que me pareció temblorosa y un poco entre lágrimas.
 
—¿Qué pasa, Manolo? No me preocupes.
 
—Es Álvaro. Ha sufrido un infarto al corazón. No ha aguantado. Me ha llamado su familia desde el hospital y voy ahora mismo para allá. Si quieres te recojo en tu casa.
 
—Manolo, déjate de bromas. Álvaro está aquí, en mi casa, tomando un té y…
 
Mientras decía eso, me volví al salón de mi casa y allí estaba la taza de té fría de Álvaro, pero no había nadie.
 
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