Baltimoreko borrokalariak 1 - Yankielandiako yankiak 0

Ez nauNK berriak ematen jardutearen zalea, berria izateari usten dion berria gu telebistaren (egunkariaren edo sareko berriemaleen) aurrean lokartuta edukitzeko asmakizun bat bait duNK. Zer axola zioNK beste gizaki beltz bat erahil izatea? Zer axola zioNK hori gertatu ondoren gizaki beltz mordoxka kalera irten eta beren nazka plazaratzeak? Lasai, ikertuko diNate! Eta zergatik ikertuko diNate ezer? Bihar beste bat hilgo ez diNate ba ikertu behar omen liketen beraiek? Hori garbia duNK, bihar beste bat hilgo diNate eta etzi eta etzi damu. Zergatik? Poliziaren aurrean jartzen dena bakarrik hiltzen delako poliziaren esku (oraindik voodoo-arekin sinesten duNK edo?) Euskal Herrian eta beste edonon gertatu izan duNan bezala eta beltzek "berdinak" izateko (ekonomikoki batizpat) beste hainbat hamarkada behar badizkiNate beste hainbat hamarkadatan erailgo dizkiNate, ondoren polizia beltzek ez-polizia beltzak (zibilak esan nezake baina horrela hobeto ulertzen da) hilgo dizkiNate eta kitto, baldin eta poliziak existitu behar badiNK.

Telebistarik ia ikusten ez diNadan arren hemen ia polizia beltzik ez zegoela besterik ez diNat ikusi (eta ziur zeuzkaten denak mobilizatuko zizkiNatela), autoen gainean beltzek bakarrik egiten diNatela dantzan, polizia eta manifestarien artean beltz-zuritu sektarioak (eliza desberdinetakoak alegia) jartzen dituNala baina poliziari bizkar ematen manifestariei eman beharrean (hauek noren alde egiten diteNan garbi utziz) eta polizia defendatu besterik ez zela egiten (ostia banatze gutxi eta atxiloketa garbiak) eta zer deritzozue bere semea jipoitzen duen amaren istoria hunkigarriaz, hori duNK hori adibide goxoa, gora familiaren maitasun infinitua!

Eta irudiaren pornografiaren aurrean eta garaian saretik jasotako lau adibide polit jarriko dizkiNat.  Lehenengoa ez zegoNK gaizki dantzariei edo barretxoei begiratzen baldin badiegu BAINA argazkilari gehiegi zegoNK, bigarrena ez zegoNK gaizki pornografia hutsa izan bazitekeNK ere, hirugarrena sistemaren aldeko propaganda izan zitekeNK eta irudi txibato garbia eta laugarrena beltzak kriminalizatzeko argazkia (mutila eskubira joan zain egon duNK argazkilaria goitik behera eta ezkerretik eskuinera enkuadratu dadin argazkian), alegia, sua beltzek sortzen diNatela esaten diNK benetako txinparta zerk sortzek diNan albora utziz, berria eta interesgarria dena auto kiskali bat (istilu bat) dela plazaratuz. 

Berri denak propaganda direla kontutan hartuz, hona gure propaganda, THE WIRED edo LA ESCUCHA (Espainiar estatuan) seriea ikusi ez diNan ororentzat Ekaitzaldiaren gomendioa eta ikusi diNanak berriro goza dezala Omar txikia eta Baltimoreko gizagaixoekin eta inoiz ez ditzala poliziak maitatu nahiz hauek beltzak edo berdeak izan.

 Baltimore-native amateur photographer Devin Allen has been capturing amazing pictures of the riots (via Twitter)

 Riots break out in Baltimore

 Chip Somodevilla/Getty Images/AFP

 
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FOLKISTAN (5) - Filosofia

FOLKISTAN (5)

 Anderersaits + Tintenwolf

Folkistan irratsaioaren 5. ale hontan Theodor W. Adorno, Joxe Azurmendi, Slavoj Zizek eta Groucho Marxen hitzak eta ondorengo hitz musikatuak entzun ditzakeNK ...

-gernikako arbolaren soinu bertsioa [sarrerie]
-ANDERERSAITS (Bis Hierher). Lieber arm dran. +
-ANDERERSAITS (Bis Hierher). Spatter aufstehn.
-ARSENE LUPUNK (5 Titres..). Skin du keupon. +
-ARSENE LUPUNK (5 Titres..). Cayenne. +
-ARROYO DEATHMATCH (Through the fear of it). 6. Moth bites.
-ARROYO DEATHMATCH (Through the fear of it). 1. Death rides a bike. +
-DUELO (). 6. Años. +
-FUN PEOPLE (The art(e) of romance) 7. Si pudiera (desde Ushuaia). +
-MEREN (Gernikako arbola). 3.
-MEREN (Gernikako arbola). 9. +

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Entzun FOLKISTAN (5) !!
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VIA VASCA HACIA EL ESTADO VASCO vs. SENDEROS HACIA LA LIBERTAD

Hemen gertuan aurkitutako testu bat eskaini nahi zieNat estatista (nahiz hauek euskaldunak izan) orori... ea zerbait ulertzen edo ulertu nahi izaten diNaten/duzuen...

http://www.ekaitzaldia.blogspot.com

VIA VASCA HACIA EL ESTADO VASCO vs. SENDEROS HACIA LA LIBERTAD

«Nuestro objetivo es construir un Estado Vasco que haga realidad la justicia social y la soberanía plena, lo que no es solo una meta, sino el propio camino a seguir.» La hora de la voluntad popular, EHBildu y EHBai.


QUE ES EL ESTADO?

El Estado es una forma organizada de poder, que se puede amoldar a una monarquía,
una dictadura militar, a la democracia parlamentaria, al socialismo estatista, etc., repitiéndose
siempre esquemas similares: unos grupos dominantes ejerciendo el poder, unos cuerpos
represivos para mantenerlo, una moneda para pagarlos, un lugar -la escuela- de
adoctrinamiento a la moral y a los comportamientos del sistema; otros lugares -la prisión y el
siquiátrico- donde aparcar los diferentes tipos de disidentes. Siempre, el trabajo como
actividad básica y valor supremo y una legislación al servicio de la dominación. Por otra
parte, el Estado se circunscribe a un espacio geográfico que se podrá extender o reducir a partir de los conflictos tanto «nacionales» como «internacionales» dependiendo de su potencial
bélico y financiero. Dentro de lo que considera su territorio, incluye de forma arbitraria
lugares, individuos, pueblos, naciones, etc… a menudo diferentes. Les fuerza a tener un devenir
histórico, social, económico y/o cultural común al tiempo que los separa, por medio de las
fronteras, del resto de la humanidad.

El Estado es la instauración de una relación social que se fundamenta en la división entre los que mandan y los que obedecen, ejerce el poder político gracias a la institucionalización de éste, que lo separa de la sociedad y lo transforma en una estructura de dominación y que consiste en el control de la producción de sociabilidad, es decir, de las relaciones humanas. La estructura de la dominación emerge en función de la institucionalización del poder político, lo que permite que la instancia política se autonomice de la sociedad. Sami Nair afirma que: “El mecanismo representativo convirtió la desigualdad real de las clases en el igualitarismo abstracto de los ciudadanos, los egoísmos individuales en una impersonal voluntad colectiva, lo que de otro modo habría sido el caos en una nueva legitimidad estatal”.

Nos quieren convencer de que no hay alternativa ni al Estado ni a sus instituciones, que pueden ser a lo sumo algo mejoradas, perfeccionadas, vestidas con “rostro humano”, pero nunca superadas, abolidas. Que la independencia sólo es posible a partir de la creación de un «estado propio». No existe tal posibilidad ni desde una perspectiva nacional ni desde una perspectiva social. El estado se mantiene siempre por encima y contra la población a la que gobierna. Todos los estados están siempre al servicio de unos grupos dominantes. Queda claro que la dominación continuaría siendo esencialmente la misma. No ha existido nunca un estado que fuese la libre expresión de la población, esto significaría que ha perdido sus atribuciones hasta tal punto que ha dejado de ser estado.

El estado es siempre un fenómeno administrativo-represivo, un fenómeno jurídico e institucional creado para someter a la población. Un hipotético “estado vasco”, un “estado socialista vasco”, son tan sólo diferentes variantes administrativo-represivas, pero nunca serán el pueblo.

Todos los estados están siempre al servicio de unos grupos dominantes. No existe el estado ideal que representa a toda la comunidad nacional.

La independencia es la ruptura con toda forma de dominación, la no delegación de la
propia capacidad de decisión y actuación. Es por eso que la independencia es esencialmente individual antes que nacional, y, por descontado, mucho antes que estatal.



La Vía Vasca es un proceso de transformación y de autoorganizacion. La hora de la voluntad popular, EHBildu y EHBai.


«Allá donde llega el estado no hay ni autoorganización, ni autogestión.»

Los pueblos, las comunidades, son capaces de ocuparse de lo suyo, de organizarse por su cuenta, de funcionar y satisfacer sus necesidades reales sin la tutela del Estado, Chiapas y Kobane son dos buenos ejemplos. Lo que ahora es una excepción, antes era la regla. Fundadas en la autoorganización como «totalidades indivisas» y autonómas, que construyen desde abajo una instancia de poder colectivo que conjura permanentemente la monopolización del poder y la división de la comunidad. Una organización social basada en la autonomía, la libertad y la indivisión; en constante lucha contra la división de la comunidad y la emergencia de prácticas de tipo estatal. Eran «comunidades contra el estado». Vestigios de esas comunidades han perdurado en de la Montaña Vasca hasta nuestros días. Su organización social se basaba en el apoyo mutuo, la solidaridad, en las formas de organización comunitaria y de la propiedad de la tierra, el batzarre (asamblea vecinal soberana), auzolan (trabajo entre vecin@s) y el artelan (trabajo para la comunidad).Vivían en un régimen igualitario, de usos y costumbres elegidos por ell@s mism@s, ajenas al poder estatal y antitéticas de éste, igualmente ajenas al sistema económico, social y cultural por él organizado. Hoy día aún quedan rescoldos de todo lo anteriormente descrito. Sólo están a falta de que se les sople.

En otro contexto, en los últimos años del franquismo y los primeros de la reforma de éste, ciudades, pueblos y barrios así como centros de trabajo y estudio de Hegoalde vieron como la asamblea se volvía la organización imperante.


POR UNA VIDA EN COMUN

El individualismo es un invento moderno del siglo XVIII”. Foucault.


El concepto de comunidad tiene que ver con el de acción colectiva”.

El único proceso constituyente que consideramos necesario e inaplazable, es el de la construcción de la comunidad en lucha contra el poder y por la libertad, la justicia y la igualdad. El que busque acabar con la opresión sin querer convertirse a la vez en opresor. Ya que es en la práctica y sólo en ésta, donde se puede visualizar y potenciar las ideas de libertad, por eso debemos desconfiar de las teorías que provienen de la seguridad y la acomodación de intelectuales. Hay que pensar desde la práctica, buscar en la experiencia de libertad, más libertad.

El compartir actividades y resolver situaciones problemáticas en común permite entender el mundo de otra manera y liberar las mentes y corazones de ataduras, ambiciones y egoísmos. Practicar la solidaridad, creando comedores comunitarios para l@s necesitad@s, por ejemplo; la autonomía alimentaria cultivando huertos en común, organizando nuestro tiempo libre y el de nuestros niños y niñas, la des-educación, la fiesta y la juerga; en fin, auto-organizar y autogestionar nuestras vidas en común, desde el mismo instante de nacer hasta el momento de morir. Estas prácticas harán que cada vez sean menos los “yo” y más los “nosotr@s”, prueba evidente de que vamos por el buen camino. Hacer ver que se puede vivir de otra manera, que la afectividad, el respeto mutuo, la comunicación cara a cara, cuerpo a cuerpo y las reflexiones no tienen por que ser algo que se queda en la intimidad del hogar o en el cada vez mas reducido núcleo de amistades. De ahí la importancia de lo local, del barrio, donde las miradas puedan tejer nuevas sensibilidades y empatías; como la amistad, la vecindad, la simpatía, el respeto,... que tod@s las deseamos y tod@s las tenemos, muchas veces bajo la dura costra que la infelicidad ha ido acumulando sobre nuestro ser.

Se trata de construir otro tipo de relaciones sociales, basados en la autonomía, el apoyo mutuo, en recuperar saberes e identidades en estrecha relación con la madre tierra y el «entorno» natural, volver a la raíz.

La comunidad se constituye desde el “hazlo por tí mismo”, es decir a traves de la” acción directa”.


POR DONDE EMPEZAR?

No existen ni los bosques, ni los desiertos helados o ardientes en el que el ser humano pueda probar que es posible vivir en libertad fuera de la sociedad de la servidumbre, fuera del Estado”.

El territorio junto con la comunidad son los dos elementos indispensables para experimentar otras maneras de vivir. El robo de las tierras comunales, junto a la plusvalía usurpada por el capitalismo a la clase obrera, han hecho que la propiedad privada permita la existencia de la abundancia para un@s poc@s y la carencia para la mayoría. La desigualdad invade todo el entramado social, y es el mayor obstáculo para que se den unas relaciones basadas en el apoyo mutuo. Tendremos que empezar con lo que disponemos, ampliandolo con la reapropiación de forma colectiva del territorio/espacio ocupando tierras, casas y locales en desuso, poniendo en practica la no-economía, ruralizando ciudades y pueblos urbanizados, la creación de huertos para el autoabastecimiento, etc. Sin olvidar que la propiedad es la principal fuente de poder social y su defensa constituye lo que se oculta detrás de la denominada Razón de Estado. Por lo que este último no nos lo pondrá fácil.

Pero antes que la propiedad o el capital está la autoridad, y no estamos hablamos sólo del aparato coercitivo del Estado o de sus edificios y símbolos (Ejército, gendarmes, cárceles, escuelas, edificios administrativos... etc), nos referimos sobre todo a los mitos y creencias que hacen de él una fortaleza aparentemente inexpugnable y que nos advierten que no se puede vivir sin autoridad, que es una utopía, que no merece la pena intentarlo. En nosotr@s está hacer buena la utopía de vivir en un mundo en armonía con la naturaleza, en paz y libertad, sólo nos falta confiar en nuestras propias fuerzas. Y oponernos a cualquier estrategia que posponga la realización de nuestros sueños a unos tiempos que nos dicen serán mejores o más propicios. No hay tiempo que perder. “EL FUTURO ES EL PRESENTE”.


Rustici in bagaudam

La utopía y la distopía como herramientas de crítica social



Mecanico Unicornio fikzio zientzia eta fantasia aldizkaritik ondorengo testua dakarkizuet, zientzia fikzioan orain artean jorratu diNagunarekin (beno, kopiatu-itsatsi diNagunarekin) jarraituz.

 

La utopía y la distopía como herramientas de crítica social

Beatriz Abad

Imaginemos una sociedad en la que la propiedad privada no existe, ni el dinero, pero sí la esclavitud. Donde se practica la eutanasia, suministrando al individuo un narcótico letal, y se explotan granjas avícolas con incubadoras artificiales. Una sociedad que organiza al detalle la jornada de sus habitantes y donde, si alguien desea viajar, debe pedir permiso a las autoridades. ¿Qué tipo de sociedad es esta? ¿Es un mundo ideal o una pesadilla?
Gulliver

Los supuestos anteriores, nos parezcan ideales o no, están tomados de la obra Utopía (1516) del humanista Tomás Moro, el primero que utilizó el término, que procede del griego y significa «no lugar», «lugar que no existe» o «buen lugar». Desde entonces, utopía se ha empleado para designar un orden social perfecto pero inalcanzable, un paraíso intangible y contrapuesto al mundo existente.
Aunque Moro dio nombre por primera vez a un tipo de literatura que mezcla lo social, lo filosófico y lo fantástico, resulta difícil localizar en el tiempo la primera utopía, ya que el hombre lleva siglos imaginando sociedades ideales. Una de las más influyentes la trazó Platón en su diálogo La República (siglo IV a. C.), donde argumentaba que, en una sociedad perfecta, la política debía someterse a la moral.
Por otro lado, el término distopía (de cuño anglosajón, no incluido todavía en el Diccionario de la Real Academia Española) fue empleado por vez primera en 1868 por el parlamentario inglés John Stuart Mill para referirse a una utopía negativa. La distopía describe un mundo imaginario claramente indeseable, en el que suele sacrificarse la libertad de sus ciudadanos en beneficio de otros fines, por lo general poco altruistas.
La tradición literaria utópica, que abarca siglos, fue prácticamente sustituida en el siglo XX por esta tendencia pesimista, escéptica, que denominamos distópica. Este giro se produce, en gran parte, porque la idea de «futuro» como representación de una posible mejora social entra en crisis de manera indefinida. Friedrich Nietzsche, que plasmó en sus obras su desconfianza en la ciencia como solución absoluta a todos los problemas de la humanidad, se anticipó a muchos argumentos distópicos, criticando la excesiva mecanización de la vida como consecuencia del imperialismo científico, que la humanidad venera como si de una nueva religión se tratase [1].
Utopía o distopía, ambos modelos surgen del compromiso y el descontento del autor, que se siente incómodo con la sociedad que le ha tocado vivir. Por eso utiliza la ficción prospectiva para exponer su compromiso, su crítica y su esperanza de cambio, llevando en ocasiones sus premisas hasta las últimas consecuencias, construyendo así un marco de referencia donde ubicar sus historias.

Origen de las distopías

Cuando hablamos de distopías, nos encontramos con una seria dificultad: acotar el género (si es que se trata de un género) y fechar sus inicios. Encontramos ya sociedades ficticias claramente indeseables en Los viajes de Gulliver (1726), una sátira que hoy consideraríamos una novela de ciencia ficción, sobre todo el episodio dedicado a la isla volante de Laputa, en la que sus astrónomos, mejorando considerablemente los conocimientos de la época, descubren dos satélites alrededor de Marte. Muy revelador resulta el último viaje, en el que Gulliver llega a la isla de los Houyhnhnms, seres fantásticos con forma de équidos pero que carecen de instinto y se guían por la razón, en oposición a los Yahoos, la raza humana que también habita el país, monstruosa y abyecta [2].
Las novelas de ficción distópica parecen haber heredado los postulados que Thomas Hobbes expuso en Leviatán(1651). En este ensayo sobre la naturaleza humana, Hobbes no considera al hombre como un ser genuinamente bueno, sino todo lo contrario: «El hombre es un lobo para el hombre», llega a afirmar. Por eso, la paz social precisa de una estructura superior que ejerza el poder impidiendo la libertad de los ciudadanos. ¿Resulta familiar, verdad? Comencemos, pues, a desgranar distopías.
En las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX encontramos ya gran cantidad de cuentos y novelas que pueden catalogarse como distópicas. Muy sugerente resulta Planilandia (1884) de Edwin Abbott, novela que cumple una doble función: didáctica, ya que sirve a los estudiantes de matemáticas para comprender las múltiples dimensiones, y a la vez satírica, porque ese mundo «plano» de dos dimensiones representa la rigidez y la estratificación de la sociedad victoriana, en la que las mujeres son líneas (la casta más inferior), los obreros triángulos isósceles, la clase media cuadrados… y así sucesivamente. A mayor número de lados, más estatus. En La máquina del tiempo(1895) de H. G. Wells, el protagonista se traslada varias veces al futuro (cada vez más lejano), pero no encuentra el apogeo de la civilización que andaba buscando, sino estupidez, apocalipsis y horror. El talón de hierro (1907) de Jack London funciona como un alegato contra el capitalismo, donde el sector industrial, fuertemente concentrado, pretende imponer su dominio a la clase obrera, que organiza una revolución para derrocar a su opresor.
Sorprendente por lo que tiene de visionario resulta el cuento La máquina se detiene(1909), de E. M. Forster, que nos advierte del dominio que puede ejercer la tecnología informática en nuestras vidas, adelantándose casi un siglo a la utilización de mensajes instantáneos (e-mail) y a la omnipresencia de Internet. Forster, famoso por otro tipo de novelas (Regreso a Howards EndUna habitación con vistas) hace girar el argumento alrededor de una máquina —que guarda muchas similitudes con nuestros ordenadores conectados a Internet— y preconiza el aislamiento de los individuos, que apenas salen al exterior ni mantienen contacto físico con otros seres humanos.

La crítica a los regímenes totalitarios

En la primera mitad del siglo XX, la ficción distópica arremetió contra los regímenes totalitarios y alumbró, entre otros títulos, tres novelas que muchos críticos consideran clásicas o fundacionales[3]Nosotros (1921), de Evgueni Ivánovich Zamiatin, Un mundo feliz (1932), de Aldous Huxley y 1984 (1948), de George Orwell.
Nosotros, escrita en 1921, no se publicaría en la URSS de Zamiatin hasta la llegada de la Glasnost en los años ochenta. En Nosotros, Zamiatin se burla constantemente del régimen soviético en la estandarización de los individuos (a los que compara con engranajes de una máquina o bailarines autómatas que sacrifican su individualidad en beneficio de la pieza), en la inexistencia de la privacidad (todos los edificios son de cristal), o en la organización milimétrica de todas las actividades diarias (salvo un breve tiempo de asueto, dedicado normalmente al sexo, el resto de la jornada está meticulosamente planificada). Se rinde también culto al ingeniero social, el Gran Benefactor, y, además, el objetivo del Estado consiste en exportar su modelo a otros planetas, lo que inevitablemente recuerda a la internacionalización de la Revolución Rusa[4]. En ocasiones, resulta difícil considerarNosotros como una distopía pura, ya que, salvo un grupo de inconformistas, todos los habitantes del Estado Único son verdaderamente felices y el orden social se mantiene: dos requisitos fundamentales de toda utopía.
La escritora rusa Ayn Rand, posiblemente influenciada por Nosotros, publicó en 1938 una novela corta titulada Himno, de nuevo una dura crítica al estado totalitario ruso. Para advertir de los peligros de la colectivización, Rand sustituye a lo largo de todo su relato el «yo» por el «nosotros» («nuestro nombre es Igualdad 7-2521», dice el protagonista).Himno plantea una sociedad en la que los individuos viven, desde que nacen hasta que mueren, en comunidad: primero en la escuela, después con sus compañeros de oficio —según el trabajo que les asigna el Consejo de las Vocaciones— para terminar sus días en la Casa de los Inútiles. Aunque sitúa la acción en el futuro, describe una sociedad preindustrial, en la que los avances del pasado —como el ferrocarril o la luz eléctrica— permanecen ocultos. La autora construye su crítica asociando la individualidad al progreso y, por tanto, la colectivización al atraso.
En Un mundo feliz vemos de nuevo como los ingenieros sociales han extirpado la individualidad, en este caso mediante el condicionamiento: «todo el mundo pertenece a todo el mundo». Aquí la crítica se dirige de nuevo al Estado, el constructor de una sociedad diseñada por la fecundación in vitro, la clonación y el condicionamiento. Gracias a las enseñanzas de estímulo-respuesta de Pavlov y a la hipnopedia (conocimientos repetidos una y otra vez durante el sueño), los ingenieros de Un mundo feliz pueden modelar perfectamente a sus individuos «desde el origen» y conseguir que amen «su inevitable destino social». Para corregir cualquier tipo de desviación, siempre pueden recurrir a las drogas (el soma), al sexo (los juegos eróticos se fomentan desde la niñez) o a los entretenimientos banales (las películas multisensoriales o el golf electromagnético).
Otros autores decidieron en los años treinta y cuarenta cargar las tintas contra una nueva amenaza que se cernía sobre el continente europeo: el nacionalsocialismo alemán. En la novela Kallocaína (1940) de la escritora sueca Karin Boye [5], vemos de nuevo el control que ejerce el Estado en la vida cotidiana de los ciudadanos. Un control que pretende perfeccionar gracias a la invención de un suero de la verdad (la kallocaína), que hace confesar al paciente —con todo lujo de detalles— lo que el interrogador quiere saber. El autor checoslovaco Karel Capek construyó en La guerra de las salamandras (1936) una divertida sátira contra la esclavitud, el racismo y, por supuesto, el nazismo. Unos anfibios aparentemente indefensos (descubiertos por casualidad en las aguas del Pacífico) aprenderán, bajo el tutelaje de un capitán de barco, la lengua y las costumbres humanas. Las salamandras aprenden tanto que los hombres se dan cuenta de su utilidad como mano de obra y las esclavizan, hasta que ellas consiguen organizarse y se rebelan, librando una guerra por la supremacía mundial.
El antropomorfismo de los animales se ha convertido también en una herramienta muy eficaz para reprobar los regímenes totalitarios. Más ejemplos los encontramos en Rebelión en la granja (1945) de George Orwell, una cruel fábula en la que los animales expulsan a los humanos de una granja e intentan materializar una utopía basada en las enseñanzas de un viejo cerdo. Sin embargo, son precisamente los cerdos los que consiguen someter al resto de los animales, traicionando así los mandamientos que juraron cumplir tras el triunfo de la revolución. El paralelismo con la URSS es claro: aquellos que prometieron liberar a los oprimidos terminan, una vez instalados en el poder, convirtiéndose en tiranos más desmemoriados y cruentos que sus predecesores. Más reciente es la novela gráfica (y también autobiográfica) Maus (1980-1991), del estadounidense Art Spiegelman, que narra las penurias de su padre en los campos de concentración nazis. En ella, y para emular la visión simplista y estereotipada de Hitler (que negaba a los individuos al considerarlos únicamente como miembros de una raza), Spiegelman utiliza animales para representar a las distintas nacionalidades que intervienen en la historia: los ratones son los judíos; los gatos, los alemanes; los cerdos, los polacos; y los perros, los norteamericanos.
Otro recuerdo de los crímenes —esta vez culturales— perpetrados por los nazis (como la quema de miles de libros en la Bebelplatz de Berlín en 1933) nos llega con Farenheit 451 (1953) de Ray Bradbury, publicada en pleno auge del macartismo. En esta distopía, el cuerpo de bomberos no se dedica a extinguir fuegos, sino a buscar y quemar los libros que algunos ciudadanos (considerados subversivos) esconden en sus casas. De nuevo vemos como el conocimiento, la historia o el pasado intentan ocultarse a los ciudadanos para anular su sentido crítico. El mismo rechazo que provocaban las ideas de John el Salvaje en Un mundo feliz (que lograba expresar citando fragmentos de Shakespeare), se manifiesta aquí cuando alguien descubre que su vecino oculta un libro en su casa, por lo que se apresura a delatarle. De esta forma Bradbury señala otro de los grandes pilares que apuntalan los regímenes totalitarios: el espionaje, eufemísticamente llamado «inteligencia».
Retomemos de nuevo los últimos años de la década de los cuarenta para citar la más famosa e influyente de las distopías, 1984. La falta de privacidad expuesta en todas las novelas anteriores encontrará aquí su paroxismo, donde los individuos son escrutados constantemente por un dispositivo audiovisual de control y propaganda (la telepantalla). Al igual que en Nosotros, se repite el culto al líder (aquí, el Gran Hermano, inspirado en la figura de Stalin), la cosificación del individuo (el protagonista, Wilson, también tiene un número de serie) y el miedo constante a ser delatado, incluso por los propios familiares. En 1984 no hay lugar para la esperanza: la oposición al régimen resulta imposible, así como el exilio; ni siquiera los pensamientos son libres y este es, sin duda, uno de los aspectos más inquietantes de la novela. El estado planea perfeccionar el control del pensamiento imponiendo laneolengua, el único idioma del mundo que en lugar de añadir, destruye palabras. De hecho, la subversión del lenguaje y la doctrina del doblepiensa la observamos claramente en las tres principales consignas del sistema («la guerra es la paz», «la libertad es la esclavitud» y «la ignorancia es la fuerza») o en el nombre de los ministerios: el Ministerio de la Verdad es en realidad el Ministerio de la Mentira, ya que la tarea de sus funcionarios consiste en alterar constantemente los hechos del pasado; en el Ministerio del Amor se escenifican las torturas más despiadadas y el Ministerio de la Paz se dedica a promover una guerra que nunca termina.
Veinte años después, en La naranja mecánica (1962), de Anthony Burguess, hallaremos otro ejemplo de distopía sobre el control mental, en la que un peligroso delincuente juvenil, una vez arrestado, es sometido a una terapia conductista que le provocará un profundo rechazo a la violencia que antes practicaba. Burguess alerta sobre el riesgo que supone manipular la mente de los individuos: cuando no es la voluntad humana la que rechaza la violencia, sino el condicionamiento, las consecuencias pueden ser nefastas.

La utopía vacilante

También en el siglo XX encontramos autores que siguen inclinándose por la utopía, como Isaac Asimov en la saga Fundación (conjunto de novelas y cuentos publicados entre 1942 y 1993), donde los científicos aplican un método (la psicohistoria) que, inspirado en el comportamiento de los gases nobles, viene a decir que cada molécula o individuo actúa de forma errática, pero que el comportamiento de la suma de moléculas (la masa) sí que es medible. Gracias a la predicción estadística de los desastres a los que se ve abocada la humanidad, estos podrán mitigarse o, al menos, atenuarse.
También Burrhus Frederic Skinner en Walden Dos (1948) intentó aplicar el conocimiento científico (en este caso, el conductismo) para corregir aquellas deficiencias de la humanidad que impedían el bienestar social. Skinner se inspiró en Walden, la vida en los bosques (1854) [6], testimonio de un experimento social realizado por Henry David Thoreau, que vivió dos años, dos meses y dos días en una cabaña construida por él mismo en mitad de un bosque. Skinner quiso trasladar la «utopía para uno» de Thoreau a un grupo, sosteniendo que la justicia social y el bienestar humano eran predecibles y controlables mediante la aplicación del conductismo. Existe mucha controversia en cuanto a la catalogación de Walden Dos como una utopía[7], ya que según nuestros actuales estándares, la «manipulación mental» y la ingeniería social implican una privación de libertad que inmediatamente se asocia a un universo distópico.
Otra vuelta parcial a la utopía la encontramos en algunas novelas de Ursula K. Le Guin, en especial Los desposeídos: una utopía ambigua (1974), donde nos presenta un planeta (Urras) en el que conviven varios sistemas políticos, pero prevalece el capitalismo. Tiempo atrás, los dirigentes del planeta expulsaron a los ácratas a la luna, donde estos modelaron una sociedad libertaria que logra permanecer estable, aunque con sus imperfecciones, tal como parece anunciarnos la segunda parte del título. Aparte del interés que suscita la aplicación de los ideales anarquistas, Los desposeídos narra el choque entre dos civilizaciones, que no se comprenden entre sí, ya que ambas viven aferradas a sus propios ideales.
También podemos considerar La mano izquierda de la oscuridad (1969) como una aproximación a la utopía, donde la autora desarrolla todos los aspectos de una sociedad neutral, en la que sus habitantes son biológicamente andróginos durante la mayor parte del mes, y en la semana restante desarrollan unas veces características femeninas, otras veces masculinas. Una de las premisas más interesantes que introduce Le Guin es que, una vez eliminada la dicotomía de los dos sexos, la guerra ni siquiera se concibe: es la intriga la que juega un papel relevante en el devenir del planeta.

Las distopías capitalistas

En la década de los cincuenta se publica Mercaderes del espacio (1953), de Frederik Pohl y Cyril M. Kornbluth, que abrió la transición de la ficción distópica inspirada en los totalitarismos a una crítica abierta del capitalismo. Como ya vimos al principio, a finales del siglo XIX y principios del XX ya se publicaron títulos contra este sistema en forma de distopías (como La columna de César, de Ignatius Donnelly, en 1890, o la ya citada El talón de hierro, en 1907). También en Un mundo feliz aparecían ya algunos rasgos típicos del capitalismo (fundamentalmente, el consumismo y la obsolescencia programada), pero en Mercaderes del espacio vemos cómo se ha impuesto la sociedad de consumo gracias a un nuevo método de condicionamiento: la publicidad. Consumir determinados productos proporciona éxito, pero no hacerlo genera exclusión. Los gobernantes están al servicio de las empresas (en uno de los capítulos el presidente del Gobierno de los Estados Unidos le abre la puerta del coche a un empresario) [8]. También se aborda un tema recurrente en la ficción distópica posterior a la II Guerra Mundial: la escasez de recursos como consecuencia de la voracidad del sistema, lo que provoca la huida a otros planetas, en este caso a Venus. Esta escapada de un planeta al borde del apocalipsis ya había sido abordada en Crónicas marcianas (1950) de Ray Bradbury, aunque su objetivo no consistía en criticar el capitalismo sino en ridiculizar, empleando raciones generosas de humor absurdo, dos singularidades ominosas de la historia de la humanidad: el racismo y la guerra.
Dentro de las distopías capitalistas nos encontramos con el ciberpunk, una tendencia que se instaló en la literatura con Neuromante (1984), de William Gibson, novela que, influenciada por la estética del film Blade Runner (1982), afianzó las principales características del subgénero y acuñó términos como matrix o el ciberespacio. Triplemente honrada con los premios más importantes del género (Hugo, Nebula y Phillip K. Dick) mostró la omnipotencia de las grandes corporaciones que, libres del control de los estados, gobiernan de facto y bloquean los derechos sociales de los individuos.
Más ejemplos de cómo podría ser el futuro si el capitalismo continúa pisando el acelerador los encontramos en Snow Cash (1992) de Neal Stephenson —otra novelaciberpunk—, Leyes de mercado (2004), de Richard Morgan, y Una súper triste historia de amor verdadero (2011), de Gary Shteyngart. En esta última, los ciudadanos son juzgados de forma pública y constante según sus niveles de crédito, aparte de depender patológicamente de una versión avanzada de nuestros teléfonos inteligentes (los äpärät).

De la Nueva ola a la actualidad

En los años sesenta, la revista británica New Worlds denominó Nueva ola a una corriente literaria que se desarrolló en las décadas de los sesenta y setenta, y que aglutinó a una serie de autores (entre ellos, John Brunner, James G. Ballard o Thomas M. Disch) que decidieron experimentar con las posibilidades temáticas y estilísticas del género, desmarcándose así de los escritores del pulp.
Como consecuencia de las transformaciones de un mundo cada vez más globalizado, surgen nuevos problemas que la ficción prospectiva no había abordado hasta ahora. Sobre la degradación del medioambiente nos encontramos La trilogía del desastre de John Brunner, compuesta por Todos sobre Zanzíbar (1968), Órbita inestable (1969) yEl rebaño ciego (1973), donde también se abordan los problemas de la superpoblación (muy presente en la década) y la violencia descontrolada.
En este mismo contexto, en medio del debate surgido en Estados Unidos sobre el control de la natalidad, se publica La fuga de Logan (1967) de William F. Nolan, en la que los habitantes deben someterse a un sueño inducido con 21 años. La novela funciona también como un reflejo del creciente culto a la juventud en las sociedades occidentales.
En Alas de la canción (1979), Thomas M. Disch construye una distopía llevando al límite los principales vicios de la sociedad americana conservadora: el provincialismo, la frivolidad, el conformismo, la intolerancia, el narcisismo, etc. Un planteamiento parecido es que utiliza Margaret Atwood en El cuento de la criada (1985), inspirado en el conservadurismo del gobierno de Ronald Reagan y en su retorno a los «valores tradicionales», lo que supuso un ataque frontal a los derechos de las mujeres. Atwood construye su distopía llevando los postulados de la derecha cristiana hasta sus últimas consecuencias.
En Rascacielos (1975), de James G. Ballard, encontramos también que las diferencias sociales vienen determinadas por el precio de la vivienda. En este rascacielos, que Ballard trata como si fuera una sociedad independiente, sin contacto con el exterior, tendrán lugar toda clase de comportamientos salvajes y abusos de poder. En el conjunto de relatos Vermilion Sands (1971) Ballard se inspira en los resorts de lujo para indagar en las relaciones entre las parejas de veraneantes adinerados.
El género distópico no ha perdido proyección en nuestros días, en los que asistimos al éxito de la trilogía Los juegos del hambre, de Suzanne Collins, el ejemplo más visible de que el género ha arraigado con fuerza en el público juvenil. Ambientado en un tiempo indeterminado en algún lugar de los Estados Unidos, la autora describe un mundo dividido en doce distritos explotados por una ciudad, el Capitol. Cada año, dos niños de cada distrito son elegidos por un sorteo de lotería para competir en los televisados Juegos del Hambre, en los que el último niño vivo resulta ganador. Los peligros de losreality shows fueron ya preconizados por una lista de distopías que comienzan con el cuento La séptima víctima (1954) de Robert Seckley, que plantea un mundo futuro sin guerras pero, para aplacar el instinto violento de algunas personas, organiza un juego retransmitido por televisión llamado «La gran caza». También la trilogía de Collins nos recuerda a El fugitivo (1982) de Stephen King, donde el protagonista participa en un concurso de televisión en el que los participantes son perseguidos por «cazadores» encargados de aniquilarlos.
En los márgenes de este artículo se han quedado muchos títulos que merecerían una reseña, pero en algún momento hay que detenerse. Hemos visto como la ficción utópica y distópica advierte de los problemas futuros inspirándose en los problemas contemporáneos, pero los viajes, muchas veces, son de ida y vuelta: también la sociedad se apoya en estos mundos fantásticos para subrayar sus críticas o justificar sus decisiones. Ahí tenemos a los integrantes del movimiento Anonymous, camuflados tras la máscara de Guy Fawkles, el personaje que Alan Moore tomó prestado para su cómic V de Vendettao la gran cantidad de artículos que han aparecido últimamente en la prensa española comparando el lenguaje de los políticos con la neolengua orwelliana, o las comunidades de Twin Oaks (Virginia, Estados Unidos) y Los Horcones (México), que han llevado a la práctica, aparentemente con éxito, las ideas plasmadas por Skinner enWalden Dos.
Otras veces, simplemente, los malos augurios del género distópico parecen confirmarse; ocurre cuando nos enteramos de que algunas asociaciones de padres de Estados Unidos han prohibido que las bibliotecas escolares adquieran ejemplares de El cuento de la criada, o cuando leemos las filtraciones a la prensa de las prácticas de espionaje masivo llevadas a cabo por la CIA, que salpican al presidente (y premio Nobel de la Paz) Barack Obama. Solo nos queda esperar que, si la realidad supera la ficción, esta, al menos, no sea distópica.

[1]  KEITH BOOKER, M. The distopyan impulse in fiction literature. Fiction as social criticism. Westport, Conn.: Greenwood Press, 1994, pp. 7-8.
[2]  HERNUÑEZ, Pollux. La prehistoria de la ciencia ficción. Madrid: Breviarios del Rey Lear, 2012, pp. 78-80.
[3]  KEITH BOOKER, M. Op. cit.
[4]  Muy recomendable la edición en español que Cátedra (Letras Populares) ha publicado de Nosotros, con una completa introducción de Fernando Ángel Moreno.
[5]  Kallocaína ha sido recientemente publicada en español por la editorial Gallo Nero.
[6]  El comienzo de este ensayo a muchos les resultará familiar: «I went to the woods because I wished to live deliberately…».
[7]  NEWMAN, Bobby. «Discriminating Utopian from dystopian literature: Why is Walden Two considered a dystopia?».The Behaviour Analyst, n.º 2, 1993, pp. 167-175.
[8]  GARCÍA TERESA, Alberto y G. PANADERO, David. «Mercaderes del espacio».Hélice n.º 8, marzo 2008, pp. 32-34.

ZER GARA GU (ekaitzaldia)?

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EKAITZALDIA bloga eta proiektua bera zer den jakin nahi duenarentzako eskuorria idatzi genezake baina adibiderik onena ekintza bera denez zertaz idatzi dugun, zer publikatu dugun, zer interesatzen zaigun, zeri eman diogun garrantzia... ikusiz ikasi dezakezu, horrela bada esan 100daka lotura hamarnaka gai desberdinetan bildu ditugula, dezenaka fanzine, liburuxka, aldizkari, liburu eta webguneren berri, poesia eta ipuin entzun ditugula Gora eta beheraren 200eta piko irratsaiotan eskainiak denak, aparteko berriak, teknologia, zientzia eta jakintzaren munduari kosk egin diogula Teknoanderearen espazioan (energia berriztagarriak, fracking, peak oil, ubuntu, nanoteknologia, hardware librea, internet eta ingurumena, ...), Folkistango agurearen esaldi eta folk soinu (herri musika) alternatiboetan eta Masustak liburutegi askean irakur-entzun ditzakegun gauzetan, hemen Ekaitzaldian jaitsi ditzakegun diskoetan edo ikus ditzakegun bideoetan, proiektu kolektibo eta banako interesgarriak ezagutu ditugula bai "gune interesgarrietan" eta baita ere beste edozein leku edo herritan, top interesgarrienak edo top ikusienak izan ditugula merezimendu berbera edo gehiago duten minusTop-ez gain, menpekotasunen eta menpekotasunaren aurkako gune honetan, askatu nahi duen ororen mesedetan, bakoitzagan hasten eta amaitzen den iraultzan, ideien EKAITZALDIAn, ekintzen EKAITZALDIAn!!!

GORA ETA BEHERA (223) 5. Azoka Kulturala...

Azoka Kulturala

Gora Eta Beheraren 223. irratsaioan apirilaren 10etik 18ra izan/izango den 5. azoka kulturalaren berri eman diNagu, +Somos el lumpen poesia, Maiakovskiren +Ez dute ezer ulertzen, -Entzun olerkiak-en ondoren eta Sophia de Melloren +[Nahiz hondakinak eta herioa diren], -ErbesteaAnne Sextonen -Hildakoek dakiten egia, -Gisa horretako emakumearen aurretik, horretaz gain eta beti bezala musika (beren letrekin) izan diNagu...

-P.i.b -> Ponte como quieras [sarrera]
-No Em Toques (Aprende des Arbres). 2. La cançó de l´apàtrida. + 
-No Em Toques (Aprende des Arbres). 9. Vergonya, Valencians, Vergonya. + 
-Paradoxus Luporum (-2014-). Hoy es el día. + 
-Paradoxus Luporum (-2014-). Libre. + 
-Inner Terrestrials (X). 4. War. + 
-Inner Terrestrials (X). 8. Movin on. + 
-Per Definition Zur Traumfigur (Rotzfeche Asphaltkultur sampler 12). 9. Mongolenska. 
-Die Guten (Rotzfeche Asphaltkultur sampler 12). Ohne Namen. + 
-Fly Shit (Barneko Ahotsaren Bila). 6. Deabruekin dantzan. + 
-.-

CIENCIA FICCIÓN SOCIAL, ANTICAPITALISTA, RADICAL, LIBERTARIA, SOFT, ...[4]

ZIENTZIA FIKZIO SOZIALA, ANTIKAPITALISTA, ERRADIKALA, SOZIALISTA, LIBERTARIOA, SOFT, FEMINISTA, ... [4]

[Zientzia fikzio sozialaren zaleontzat neuk irakurritako zenbait testu eskainiko dizkiNat. Hau La Izquierda Diario argentinar egunkariaren webgunetik hartutakoa duNK, hauek Ariane Díaz-ek egunkari horretan idatzitako 5 testu dituNK]

ZIENTZIA FIKZIOA ANTIKAPITALISTA, SOZIALISTA, FEMINISTA,...

Todo ciencia ficción (I): Problemas de tiempo y lugar

La ciencia ficción, como la mayoría de los géneros que son muy populares y por lo tanto, muy vendedores, suelen presentarse bajo una serie de etiquetas que buscan instalar distintas modas para promocionar libros, películas y series, más que aclararle al interesado de qué se tratan.


En los ochenta se popularizaría el cyberpunk, una variante del género que combinaba el avance de la cibernética con ciudades venidas a menos donde los seres humanos sobrevivían como marginales (punks). Uno de los ejemplos más conocidos es Blade Runner, película de Ridley Scott, basada en una novela corta de Philip Dick.

Por analogía han surgido otras etiquetas que hacen referencia escenarios marcados por una determinada matriz tecnológica: el steampunk (historias ambientadas en la época de la invención de la máquina de vapor), el diésel punk (en el período de entreguerras), o más recientemente biopunk y nanopunk (en tiempos de manipulación del ADN y de la nanotecnología, respectivamente).
Pero si ninguna etiqueta, y menos aquellas con las que el mercado encasilla un producto puede dar cuenta de un género ficcional tan amplio –en estos casos, destacando un rasgo tecnológico que reduce al género a una temática que no siempre está presente y que cuando lo está, le ha servido de excusa para hablar de otra cosa–, para tratar de delinear un fenómeno que se extendió durante el siglo XX pero tiene fuertes antecedentes previos, podemos señalar dos coordenadas que la ciencia ficción utilizó habitualmente para explorar la sociedad y la cultura de su tiempo: el tiempo y el lugar.

Las utopías son un recurso habitual: no-lugares imaginarios donde determinadas normas, relaciones sociales y posibilidades nos ubican a la vez lejos de nuestra vida cotidiana, pero cerca de la posibilidad de preguntarnos por nuestras normas, relaciones y posibilidades. Muy pocos casos son de utopías positivas; por lo general, son las negativas las que dan el tono. Los juegos del hambre, trilogía literaria y fílmica donde los jóvenes deben luchar entre ellos a muerte, en un espectáculo televisado para una nación devastada por el hambre como forma de canalizar posibles levantamientos; la misma Blade Runner o Brazil, la película de Terry Gilliam que versiona 1984 de George Orwell, donde un gris funcionario estatal busca relacionarse con una mujer en un laberinto burocrático del que forma parte; son ejemplos recientes y clásicos de distopías.

Las ucronías, en cambio, son mundos casi como los nuestros, pero donde algún evento histórico resultó de otra manera a como todos lo conocemos: son los argumentos que desarrollan situaciones a partir de la pregunta ¿qué hubiera pasado si…?. Por ejemplo, si Hitler ganaba la guerra, como en El hombre en el castillo, de Philip Dick. O lo contrario, si Hitler hubiera llegado sólo a ser un escritor fracasado que escribe una novela que protagoniza como pandillero motorizado, no por eso menos facho, como en El sueño de hierro, de Norman Spinrad.

Aunque muchas veces se identifique al género con desarrollos tecnológicos, aparatos extraños o proezas científicas, no es la técnica o la ciencia lo que está en cuestión sino las instituciones, la cultura, las relaciones sociales y personales, de esta sociedad, y la pregunta, crítica o resignada, conformista o revulsiva, por derecha y por izquierda, por otros mundos posibles. En las próximas entregas veremos algunas de ellas.


Todo ciencia ficción (II): Problemas con el capitalismo


Como tantos otros géneros, la ciencia ficción ha servido tanto para criticar aspectos de la sociedad capitalista, como para reforzar sentidos comunes que la sostienen. No es casual entonces que encontremos momentos históricos donde la cantidad y variedad de producciones del género se amplía: en la URSS, al calor de la revolución, hubo obras que a través del género expresaron sus ansias y propuestas de una sociedad distinta, así como las que criticaron al régimen stalinista posterior; en EE. UU., en los sesenta y los setenta, con el surgimiento de movimientos políticos y sociales contestatarios, muchas obras cuestionaron el consumismo, la publicidad, la manipulación ideológica del espectáculo, la guerra de Vietnam; allí la ciencia ficción se amplió y diversificó.

En su larga trayectoria, buena parte del género se ha destacado por el cuestionamiento de la sociedad capitalista de forma explícita, y no es poco habitual perspectivas socialistas o anarquistas desde las cuales se lo ha hecho.

Antes de cumplida una década del siglo XX, Jack London presentaría en El talón de hierro (nombre del grupo social oligárquico de industriales que dirigía la economía, las fuerzas del orden, la justicia, etc.) no sólo una feroz denuncia de la clase dominante, sino que narraba el enfrentamiento de los sectores empobrecidos en términos de una huelga general en la que se debían sortear provocaciones, ganar aliados, etc.

Para el aniversario de la revolución rusa, Vladimir Mayakovsky escribe Misterio bufo, una obra de teatro donde, después de una inundación que provoca la lucha entre los “sucios” (mayoritarios y trabajadores) y los “limpios” (minoritarios y parásitos de los sucios), llegan a una Tierra Prometida que es uno de los pocos casos de utopías positivas en el siglo (las referencias irónicas a la religión son constantes): allí las personas no tienen más conflictos con “las cosas”, en una clara alusión al comunismo entendido como desmitificación del fetichismo de la mercancía. Ese tipo de representaciones de cómo sería el comunismo sería durante todo el período siguiente objeto de obras de ciencia ficción propiamente dichas, como Estrella Roja de Bogdanov, o Aelita, de Alexis Tolstoi. En cambio Nosotros, de Eugeny Zamiatin, sería una dura crítica de la burocratización del régimen (que retomaremos cuando hablemos del Estado en una próxima edición).

Por estos pagos podríamos citar a El Eternauta; si la nieve mortífera que de repente comienza a caer puede considerarse una metáfora contra los golpes militares, que es hasta donde les gusta rescatar de la historia de Héctor Oesterheld a los kirchneristas; no habría justificación en la historia para limitar a ello una historia donde se resalta la solidaridad y la acción colectiva contra unos cascarudos que atacan despiadadamente pero dirigidos por fuerzas que no controlan.

Todo el cyberpunk está plagado de corporaciones, multinacionales y empresarios que con sus manejos oscuros están literalmente destruyendo el planeta. William Gibson, factótum del subgénero, se dedica especialmente a historias donde la memoria, las costumbres y los rasgos personales de la gente son consideradas como “paquetes de información”, sistemas que se compran y venden como cualquier otro aparejo.

Más recientemente, en la obra The council (El consejo), de China Miéville, quien combina variantes de ciencia ficción con otros géneros afines, un tren en permanente movimiento sirve de morada para un grupo de militantes socialistas que buscan extender la rebelión. Las resonancias a los movimientos anticapitalistas de principios del siglo XX pero también del XXI son claras en ella. En el cine, Distrito 9 o Elysium, de Blomkamp, han cuestionado las diferencias sociales y los apartheids que el neoliberalismo ha sabido profundizar.

Por supuesto, ni estos ni los muchos ejemplos que podrían citarse significan que la ciencia ficción es de por sí un género anticapitalista. En EE. UU. por ejemplo, donde más se ha desarrollado, también durante los cuarenta y cincuenta fue vehículo de justificaciones de la Guerra Fría y argumentos para estar alerta de la “amenaza comunista”. Pero también es cierto que en un género que se define por lo que podría haber sido, lo que aún no es o lo que podría ser, sin duda se podrá encontrar una buena fuente de cuestionamiento a un sistema social que esconde sus formas de dominio y que aunque histórico, busca presentarse como natural e inmodificable.


Todo ciencia ficción (III): Problemas con el Estado



Platón, en uno de los primeros intentos de plantear un modelo ideal de un sistema político, la República, excluye a los poetas y dramaturgos por ser “fabricantes de imitaciones” de lo real que no deben rendir cuentas a la razón. Desde entonces y sobre todo en el siglo XIX se han hecho distintos intentos de esbozar las líneas centrales de sociedades hipotéticas y su forma de gobierno: las utopías. La ciencia ficción también ha diseñado modelos societales y estatales hipotéticos pero, quizás tomando revancha de Platón, han problematizado en esas “fabricaciones” los modelos de Estados realmente existentes para desgracia de sus protagonistas, ya que por lo general se trata de modelos distópicos.

Estados opresivos, cercenadores de la libertad individual, pero también opuestos a la organización colectiva salvo como “masa amorfa” a la cual dominar, son un tópico clásico del género desarrollado sobre todo durante el período de la Guerra Fría y posterior. En muchos casos, la alternativa que se planteará serán vertientes más o menos concretas de anarquismo libertario o de socialismo, aunque con el ascenso del stalinismo esta última variante comenzaría cosechar sus propias críticas.

La crítica a los modelos totalitarios del fascismo y más habitualmente, del stalinismo (quizás precisamente porque la Revolución rusa había prometido otra cosa) estarán a la orden del día. 1984, de Orwell, es probablemente la más influyente, donde el protagonista trabaja, controlado por un Gran Hermano en todo momento, reescribiendo la historia según las conveniencias del régimen en el “Ministerio de la Verdad” (no sabremos si quienes bautizaron hace poco así un reality no leyeron el libro o vieron alguna de las versiones fílmicas o sencillamente nos estaban dando un mensaje). Según el mismo Orwell declarara, se inspiró para ello en la novela de Eugeny Zamiatin, exiliado de la URSS que en su novela Nosotros también escenificaba la supresión de la individualidad en una ciudad de edificios vidriados donde todo lo que los habitantes hacían quedaba expuesto al control estatal.

También el Estado burgués democrático occidental será objeto de corrosiva crítica. Estados manejados por poderosas corporaciones, cuyo personal político corrupto se dedica a garantizar sus negocios, programas e instalaciones secretas que el público no conoce y que siempre termina volviéndose un peligro para ellos, abundan; la violencia estatal en manos de sus brazos armados, sobre todo el ejército, o la Justicia, como la que en La naranja mecánica de Anthony Burgess (o la película de Stanley Kubrick) utiliza novedosos métodos conductistas para “rehabilitar” a los criminales, también. Pero otras instituciones más “respetadas” del sistema democrático burgués no han quedado exentas. La reciente serie de TV inglesa Black Mirror, por ejemplo, ha dedicado tres de sus seis capítulos emitidos hasta ahora en criticar tres instituciones clave del régimen democrático. Un presidente obligado a realizar un “acto humillante” en vivo y en directo, que podría haberse evitado si en vez de preparar la transmisión, que todos observan con repulsión pero sin poder dejar de mirar, hubieran prestado atención a lo que sucedíaen la calle; una extraña y violenta persecución que cientos de observadores miran sin intervenir, pondrá en jaque al modelo de Justicia; y finalmente será Waldo, una animación que cobra ascendencia entre la gente, quien pondrá blanco sobre negro las virtudes de su institución más preciada, las elecciones. El nombre de la serie indica ello: la ciencia ficción como reflejo oscuro de lo que nuestra propia sociedad ya contiene.


Todo ciencia ficción (IV): Problemas con las mujeres



A pesar de que la crítica ha definido como primera obra del género a una historia escrita por una mujer –Frankenstein, de Mary Shelley, hija además de la escritora y activista feminista, Mary Wollstonecraft– la ciencia ficción fue un oficio de hombres hasta la década de los setenta, y en muchas de las historias, el sexismo contra las mujeres era notorio. Tal como en la vida misma, éstas no podían ser ni astronautas o científicas, ni interesantes, ni reflexivas, ni valerosas como para protagonizarlas.

En casos excepcionales como Metrópolis –la película muda de Fritz Lang–, el personaje de María será la manzana de la discordia entre un patrón y un trabajador, y cuando cobre la fuerza de desatar el caos y la rebelión, no será como mujer sino como autómata encubierta. Quien sí tomó explícitamente el problema fue Theodore Sturgeon, que en Venus más X narra la extrañeza de un hombre que, cargado de prejuicios sexistas, se encuentra de golpe en un mundo donde las diferencias de género han desaparecido. Pero sin duda, era la excepción que confirmaba la regla.

Esta fue la denuncia que Úrsula K. Le Guin hiciera en una convención dedicada al género en 1973, pero es algo que también problematizaría en toda su obra, tanto de fantasía como de ciencia ficción. En La mano izquierda de la oscuridad, un visitante del planeta Invierno encuentra una sociedad de andróginos que pueden mutar sus características genitales masculinas o femeninas azarosa y sucesivamente, y donde las diferencias sexuales, por tanto, no tienen sentido. En Los desposeídos, otra vez un enviado del exterior encuentra un planeta dividido en dos dictaduras, una de propietarios y una de ex socialistas –la crítica al stalinismo es explícita–; en ambos casos, el lugar otorgado a las mujeres es el de ser explotadas u objeto decorativo. El narrador, que no puede dejar de extrañarse y criticar los estereotipos que supone ese orden social, se encuentra en un tramo de la novela a sí mismo, con horror, reproduciendo esa violencia contra una mujer.

En Houston, Houston, ¿me recibe?, James Tiptree Jr. narra un viaje al futuro de un grupo de astronautas que descubre una Tierra donde los hombres han desaparecido azotados por una plaga. Esa no es la peor noticia, sino que las mujeres parecen vivir muy felices sin ellos. James Tiptree Jr. era un seudónimo sobre el que había sospechas pero no confirmaciones. El nombre que ocultaba se conoció después de su muerte: era Alice Bradley Sheldon.

Todo ciencia ficción (V): Problemas con la ciencia



En las primeras décadas del siglo, muchos de los escritores de ciencia ficción eran, además o sobre todo, ellos mismos científicos que a partir de sus trabajos elaboraban tramas ficcionales que pronto comenzaron a difundirse en revistas y libros. Es por ello que en buena medida se ha identificado al género con los avances científicos y técnicos. Pero dijimos que ellos se usan para hablar de otra cosa.
Mencionamos que Frankenstein, de Mary Shelley, es considerada la primera historia de ciencia ficción publicada. Con el subtítulo de “El Prometeo moderno”, ha motivado lecturas según las cuales la muerte de su creador en manos del engendro construido con partes de cadáveres y animados por efecto de la electricidad (que en su momento se conocía como galvanismo), es la amenaza del castigo que les correspondería a los seres humanos por querer, como su antecedente mitológico, robar el fuego de la vida a los dioses.

Sin embargo, si en sus múltiples versiones fílmicas ha mostrado a un monstruo de fuerza sobrenatural y ciego ante su misión, en la novela el monstruo no sólo no es una bestia, sino que habla elocuentemente, es instruido y trata de comprender los comportamientos de los humanos. Pero, despreciado y temido por su aspecto y condición por esos seres que se dicen civilizados, acusado injustamente, decide perseguir a su creador. Es decir que la novela nos habla de la ilustrada ilusión en el progreso de la ciencia y la osadía creativa de los hombres y mujeres de principios del siglo XIX, pero también de las limitaciones que a esos sueños ponían no el fracaso en la empresa, sino las relaciones e instituciones sociales de la época.
El recurso a los avances científicos también se ha utilizado para abordar problemas relacionados con la espiritualidad y el deseo de trascendencia, como es el caso de La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares, donde una moderna máquina movida por energía mareomotríz y eólica (no difundidas como hoy en la época en que se escribió), permite ilusionar al protagonista con la posibilidad de consumar un amor en la eternidad.

Pero a medida que en el siglo XX las guerras y catástrofes no naturales mostraban cada vez más patentemente el lado oscuro de la fuerza tecnológica, pronto en las historias las máquinas comenzaron a dominar a los humanos y las catástrofes cambiaban súbitamente los rasgos del planeta en el que había que reaprender a sobrevivir. El cyberpunk es hijo de esa percepción del futuro; William Gibson, uno de los autores más conocidos de esta rama de la ciencia ficción, describe en Neuromante de esta manera un paisaje posapocalíptico: “El cielo sobre el puerto era del color de la televisión sintonizada en un canal muerto”. Películas como Terminator (James Cameron) y Matrix (de los Wachowski) sean quizás las expresiones fílmicas más conocidas de este tipo de argumentos. Allí también suele ser el sistema social el problema, y no la tecnología en sí. El agente Smith, por ejemplo, describe lo que ha recopilado como matriz del comportamiento humano como equiparable al de las… plagas, que se asientan en un lugar, lo agotan y lo abandonan destrozado. Peor aún es la explicación de por qué la vida en la matriz es tan parecida a la vida real: es que, explica Smith, en principio había sido programado como un entorno más armónico, pero los humanos no parecían cómodos en él así que reintrodujeron la competencia, la violencia, las disputas y las pésimas relaciones que caracterizan a una sociedad que es la nuestra.

De plagas trata también la serie televisiva inglesa Utopia, que ya va por la segunda temporada y que versa alrededor de los oscuros experimentos con el virus de la gripe que no solo dan ganancias a científicos, políticos y empresarios, sino que esconden además, programas de “mejoramiento racial”. También son científicos los que están por detrás de la curiosa competencia en un laberinto a la que son obligados los jóvenes de Maze runner (el libro y la película).

Interpretar estos casos como un castigo por la persistente voluntad de los humanos de ser “aprendices de brujo” es una forma de leer estas historias, y sin duda son un elemento presente en ella. Pero es muy difícil no ver en ellas también la feroz crítica a una sociedad que con sus comportamientos y no por la ciencia y la tecnología en sí, se dirige a la catástrofe. La mejor versión de Terminator, la segunda parte, terminaba con Sarah Connor concluyendo que “no hay destino” predeterminado. Antes de que esta rama de la ciencia ficción pase a ser más bien realismo costumbrista, será mejor leer esa advertencia y efectivamente, intentar construir otro futuro.