Ciencia Ficción: Principales Sub-Géneros. Ciencia Ficción Sociológica (Utopías & Distopías)
Los conservacionistas eran victimas propiciatorias, esos fanáticos de mirada fiera que pretendían que la civilización moderna estaba en cierta medida expoliando nuestro planeta. Eran una gente absurda. La ciencia siempre va un paso por delante de la falta de recursos naturales. Después de todo, cuando la carne autentica comenzó a escasear nosotros ya teníamos las sojaburguesas preparadas. Cuando comenzó a faltar el petróleo, la técnica descubrió el Cadillac a pedales.
Yo había considerado una vez las ideas de los conservacionistas y todos los argumentos se reducían a una sola cosa: la forma correcta de vivir es la de la Naturaleza. Eso es una tontería. Si la naturaleza pretendiera que comiéramos vegetales frescos, no nos habría dado la niacina o el ácido ascórbico.
Frederick Pohl y C. M. Kornbluth Mercaderes del Espacio (1953).Las utopías (y su reverso tenebroso, las distopías) son tan antiguas como la propia literatura. El interés por describir una sociedad ideal (la utopía) o por describir de forma exagerada los males de nuestra época y su posible evolución (la distopía) aparecen ya en textos mesopotámicos y egipcios de hace 4.000 años. Su encarnación más perfecta en la antigüedad clásica vino de la mano de Platón que en “La República” y “Las Leyes” sentó las bases de este género. Imitado hasta la saciedad por griegos y romanos su canto del cisne antes del oscurantismo medieval fue “La ciudad de Dios” de San Agustín, una obra que tiende un puente entre ambos mundos.
Con
la aparición del Renacimiento, y como parte del afán imitativo de todo
lo grecorromano, el género renace de sus cenizas y alcanza quizás su
máximo esplendor de la mano de autores como Campanella (“La ciudad del
Sol”) y especialmente Thomas More que le da nombre con su “Utopía”.
En
los siglos XVII y XVIII se siguió con este tipo de libros que, poco a
poco, fueron deslizándose hacia el campo de la ciencia ficción. En
efecto, con el avance de las exploraciones geográficas cada vez era más
difícil situar una utopía o distopía en algún lugar del globo terrestre.
Jonathan Swift en sus “Viajes de Gulliver” aún se atrevió a mandar a su
protagonista a alguna isla remota pero, poco a poco, los autores fueron
buscando nichos más “imposibles” y, por lo tanto, mas fantacientíficos.
Ludvig
Holberg en su “Viaje al mundo subterráneo” (1741) marcó el camino al
situar a su viajero dentro de las entrañas de la tierra. El concepto de
tierra hueca acababa de nacer y pronto fue utilizado por cientos de
escritores, destacando Henry Rider Haggard con su saga de “Ella”.
Para
finales del XIX y principios del XX la tierra hueca dejó de ser una
posibilidad creíble y, a partir ahora, las opciones eran, básicamente,
dos: o bien viajamos a otro planeta, o nos situamos en un futuro más o
menos cercano o la utopía-distopía se empieza a fraguar en nuestros
mismos días.
Ante
estas perspectivas, y en cierta forma, casi todas las historias de
ciencia ficción ambientadas en el futuro o que describen otra
civilización que no sea la nuestra son utopías o distopías.
Evidentemente, si siguiésemos esta pauta, el marco se agrandaría de una
forma grotesca e incluiría a otros muchos sub-géneros como el de viajes
en el tiempo, exploración espacial o space opera. Por ello, queda claro
que estamos ante una utopía-distopía siempre y cuando el autor tenga la
intención consciente de criticar abiertamente los valores de la sociedad
en la que vive.
Esta intención y la larga historia de este sug-género hace que sea el más aceptado por el mainstream de todos los que forman la ciencia ficción. De hecho, tres de las más grandes novelas de ciencia ficción jamás escritas, y que se sitúan aquí, lo fueron por escritores que no creían estar escribiendo ciencia ficción y suelen aparecer en todos los manuales académicos de literatura sin señalar su carácter cienciaficcionístico. Me refiero a “Nosotros” de Yevgueni Zamiatin, “Un mundo feliz” de Aldous Huxley, y“1984” de George Orwell.
Esta intención y la larga historia de este sug-género hace que sea el más aceptado por el mainstream de todos los que forman la ciencia ficción. De hecho, tres de las más grandes novelas de ciencia ficción jamás escritas, y que se sitúan aquí, lo fueron por escritores que no creían estar escribiendo ciencia ficción y suelen aparecer en todos los manuales académicos de literatura sin señalar su carácter cienciaficcionístico. Me refiero a “Nosotros” de Yevgueni Zamiatin, “Un mundo feliz” de Aldous Huxley, y“1984” de George Orwell.
Por
desgracia, el caso no es nuevo, “Los viajes de Gulliver” de Jonathan
Swift o “Erewhon” de Samuel Butler son dos libros mucho más antiguos en
los que se repite exactamente lo sucedido con las obras de Orwell,
Zamiatin o Huxley.
En
el fondo, todo resulta un tanto descorazonador por que otros libros tan
valiosos o más que estos clásicos jamás llegarán al gran público ni a
la academia literaria por estar publicados por editoriales de género o
escritos por autores estrictos de ciencia ficción. “Limbo” de Bernard
Wolfe o “Mercaderes del espacio” de Frederick Pohl y C. M. Kornbluth son
dos perfectos ejemplos de esta situación.
Un
aspecto apasionante de este sub-género es que nuca quedan claras sus
fronteras, lo que para uno puede ser utópico para otro puede ser
claramente distópico. Los libros que se escribieron entre finales del
XIX y principios del XX soñando con el triunfo de los ideales marxistas
(“Noticias de ninguna parte” de Morris o El año 2000” de Bellamy) son un
magnífico ejemplo. Incluso en nuestros días “Los desposeídos” de Le
Guin daría más de un escalofrío a bastantes lectores de tendencia
conservadora. Y viceversa, “La rebelión de Atlas” de Ayn Rand es un buen
ejemplo de una utopía capitalista que a más de uno le dará terror.
Obviamente,
la política no es el único campo de los utópico-distópicos. Gillman con
“Dellas” inauguró el sendero de las utopías feministas tan bien seguido
por autores como Sturgeon (“Venus mas X”), Le Guin (“La mano izquierda
de la oscuridad”), Elgin (“Lengua materna”) o Russ (“El hombre hembra”).
Verne
se aplicó en contra del militarismo (“Los 500 millones de la Begún”)
siendo imitado con éxito por autores como Harrison (“Bill, héroe
galáctico”), Haldeman (“La guerra interminable”), Shaw (“¿Quién anda por
ahí?”) y, en especial, Wolfe (“Limbo”).
Los
males de la contaminación y la superpoblación ya fueron tratados por
Morris en “Noticias de ninguna parte” y consiguieron un gran éxito de la
mano de escritores como Brunner (“El rebaño ciego”), Benford
(“Cronopaisaje”) o Harrison (“¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio!”).
Y
la lista de múltiples males criticados por los escritores de ciencia
ficción podría prolongarse así hasta el infinito. Ahora bien, el
principal problema que plantea la utopía-distopía es su carácter
ensayístico y panfletario. No hay nada peor que ser un escritor aburrido
y muchos autores de este sub-género pueden conseguir dormir a una
piedra cuando empiezan a hablar de las virtudes de su modelo social con
una aridez tan pasmosa como irrefrenable. ¿Qué hace que el libro de
Bellamy ”El año 2000” sea un tostón y el de London “Talón de hierro” se
lea con fruición, tratando los dos de lo mismo, el advenimiento de una
sociedad socialista?. Pues que uno es un ensayo pesadísimo sin ninguna
gracia y el otro una novela de aventuras trepidante y absorbente.
Otro
buen ejemplo es Robert Heinlein que sin haber escrito una sola novela
de este sub-género si que inyecto fuertes dosis de ideología en sus
escritos (y una ideología más que dudosa) pero de una forma tan
deliciosa que todos los lectores nos tragamos la píldora sin rechistar y
encantados (otra cosa fue la digestión de semejantes ideas). Bien lo
saben sus epígonos como Niven y Pournelle (“Juramento de fidelidad”).
¿Se
seguirá escribiendo utopías-distopías en el futuro? Bien, dado el
pesimismo imperante de un tiempo a esta parte lo distópico manda pero,
dudo mucho, que nadie se empeñe en volver a escribir un panfleto como
los de principios del siglo pasado. Incluso los libros de Le Guin
parecen difíciles de remedar en nuestros días. Pero, la crítica contra
el sistema seguirá apareciendo, lo utópico y distópico se disfrazará de
alguna forma para atraer nuevos lectores. Como ejemplo tenemos el
cyberpunk, dudo que muchos de los lectores de estos libros los vean de
esta manera pero gente como Gibson o Sterling han conseguido describir
como nadie los males del capitalismo del siglo XXI y los desafueros de
la tecnología informática y esto es distopía. Incluso, si se me apura,
esas cofradías de hackers informáticos que surcan el ciberespacio como
los antiguos piratas del Caribe no dejan de tener un cierto hálito
utópico más que decimonónico...
La imagen de esta entrada ha sido proporcionada amablemente por La Tercera Fundación.
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