El director disonante
David Grimal, violinista francés de 42 años, es el creador de una orquesta sin director. Su precoz talento y un meteórico ascenso desde los 13 años, le permitió convertirse en un desfondado atleta, como dice él mismo, recorriendo las cuestro esquinas del mundo. Hace diez años, David decidió reorientar su vida. Lo cuenta a la revista XXI: “Tuve a necesidad de comprender por qué me sentía tan mal. Tuve convicción de que tenía que encontrar una forma natural de superar las normas del negocio”. De esta reflexión nacería Les Dissonances (las disonancias), una orquesta colectiva de 85 músicos sin director. En el transcurso de un viaje en avión, Grimal conoció a un profesor ingeniero en el MIT que le habló de los avances en la inteligencia artificial gracias a procesadores construidos imitando los circuitos neuronales. “Me dije, no es necesario seguir, pues, las estrusturas de empresa del siglo XIX: el patron en lo alto; la plebe en lo más bajo”.
El paralelismo con la música clásica es similar a esa concepción jerárquica del mérito en la dirección: el director de orquesta se lleva el mérito de una ejecución llevada a cabo por “obreros”. Grimal destaca que la música clásica “encuentra un público fetichista que va a escuchar excatamente eso, otro fetiche”. La orquesta Les Dissonances toma como referencia la nota del primer violín. Después cada músico escucha al otro. ” Es como un niño que atraviesa la calle por primera vez. Vacila, pero poco a poco toma confianza”. Las revistas musicales de referencia no han escrito una sola línea sobre la orquesta Les Dissonances.Curiosamente, su modelo sí ha llamado la atención de managers que invitan a Grimel a participar sobre la gestión. El joven violinista desea que la política se contamine del espíritu horizontal. “Desgraciadamente estamos bloqueados por estereotipos que nos impiden pensar. La cuestión no es de derecha o de izquierda, sino de equidad. ¿En qué humanidad deseamos vivir?”.
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