Literaturas post-petróleo (hasta 2008)
Ni high-tech ni apocalíptico. Hay otros futuros posibles, menos espectaculares y tal vez más realistas de lo que a menudo se ha imaginado. Desde los años noventa diversos autores conscientes de que el crecimiento ilimitado estaba llamado a chocar contra los límites del planeta (y en partícular los límites que impone la geología del petróleo) han escrito novelas sobre posibles mundos futuros con menor abundancia material y energética, sobrios en comparación con la ebriedad consumista derivada del petróleo, en los que prosperan, no sin dificultades, oasis de sostenibilidad, serenidad y sabiduría.Hay dos precedentes clásicos en las décadas centrales del siglo XX: El juego de los abalorios de Hermann Hesse (1943), y la última novela de Aldous Huxley, La isla (1962). Ambas novelas describen sociedades en las que el crecimiento material ha sido desplazado por el crecimiento personal y espiritual. El juego de los abalorios, supuestamente escrito unos pocos siglos después de nuestra época, incluye un largo informe introductorio en el que describe con estupefacción la vida extraña, masificada y llena de trivialidades de la edad folletinesca en la que todavía vivimos. Esta obra, por la que Hesse obtuvo el Nobel de Literatura, describe la vida de una comunidad neomedieval que juega a sintetizar y combinar todas las producciones del espíritu humano a través de la historia. La isla, por su parte, trascurre en la imaginaria isla de Pala, en la que una sociedad casi iluminada vive una feliz sínteis de arte, ciencia y sabiduría —pero tiene el problema de albergar una de las últimas reservas de petróleo… Ambas obras contrastan con las clásicas antiutopías totalitarias y ultratecnológicas de Zamyatin (Nosotros, 1924), el propio Huxley (Un mundo feliz, 1932) y Orwell (1984, 1949).
Más soprendentes y a la vez más actuales son los escenarios de las novelas ecovisionarias The fifth sacred thing (Starhawk, 1993), Retrieved from the future (John Seymour, 1996) y World made by hand (James Howard Kunstler, 2008). Como indica el último título, describen mundos en los que la mayoría de las cosas están otra vez hechas a mano, porque el sistema económico basado en los combustibles fósiles se ha colapsado. En estas tres novelas existen tecnologías intermedias y algún tipo de energía renovable, pero no a la escala suficiente como para mantener un mundo urbanizado y sistemas como internet. The fifth sacred thing transcurre en el San Francisco de 2048, reconvertido en macrocomunidad ecológica y espiritual en la que abundan las visiones y rituales, y asediado por un estado fascista vecino. En Retrieved from the future, comunidades rurales del este de Inglaterra redescubren la agricultura y la ganadería autosuficentes tras el colapso originado por la escasez de petróleo —y han de afrontar también al ejército, que dispone de las últimas reservas de petróleo. World made by hand transcurre en el norte del estado de Nueva York, “en un futuro no lejano” en el que diversas comunidades se reorganizan en un mundo sin trenes, aviones ni automóviles, y en el que el “almacén general” es un vertedero del que antiguos moteros extraen metales y otros materiales reutilizables que ponen a la venta. No faltan peligros y violencia, y un grupo neocristiano (Nueva Fe) capaz de algún que otro milagro.
Las tres obras sirven como ensayo de prospectiva post-petróleo, en el caso de Starhawk y Kunstler con más sustancia literaria que en el de Seymour. Cabría añadir, en una línea semejante, dos informes imaginarios: La grande implosion, de Pierre Thuillier (Fayard, 1996), que describe el hundimiento de la insostenible civilización occidental desde la perspectiva de 2081, y “A letter from the future” de Richard Heinberg (incluida en Peak Everything, 2007), que desde una óptica más positiva hace lo propio desde 2107. Estos textos, escritos casi todos con ordenador, otean mundos en los que la electricidad solo existe esporádicamente o en rincones con energías renovables, y en los que la información electrónica se acaba perdiendo. Son mundos en los que mucho más que el dinero y la tecnología vale tener tierra fértil, semillas útiles, agua limpia y amigos de confianza. Mundos en los que, por otra parte, la creatividad no deja de florecer y donde, por mucho que cueste de creer, quienes todavía recuerdan la sociedad de consumo a menudo afirman preferir el nuevo mundo austero.
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