Quiero tener mi tumba
lejos de los campos santos,
donde blusas blancas no haya
ni panteones dorados.
Quiero que a mí me entierren
lejos de esos lugares falsos
donde la gente al año viene
a depositar sus llantos.
Quiero que a mí me entierren
arriba en el monte alto,
junto a aquel pino grande
que sólo está en el barranco.
Mi tumba quiero que esté
entre dos piedras de canto,
compañeros míos han de ser
pintadas culebras, verdes lagartos.
No quiero que a mi entierro vengan
curas laicos y romanos,
y las flores han de ser
un manojo de punzantes cardos.
Tampoco quiero que vengan
a decir discursos y salmos,
con banderas y oropeles,
vicio del mundo civilizado.
Para discursos los graznidos
de los cuervos y los grajos,
el aullido del zorro viejo
cuando ciego es abandonado.
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